
Por Pascual Ramírez
EL AUTOR es abogado y político. Reside en Nueva York.
(Este artículo de opinión y su contenido es de exclusiva responsabilidad del autor)
Ya se acerca la hora cero para la democracia dominicana, hora en la que decidiremos el nuevo rumbo y el futuro de la nación. Nos abocamos al primer certamen electoral con las elecciones municipales y posteriormente las presidenciales y congresuales.
Varios candidatos contienden en estas elecciones en las que el bipartidismo tradicional ha sido roto por la irrupción con fuerza descomunal de una nueva opción que se perfila como la más potable, la más segura y la más promisoria para el futuro de la nación dominicana y el bienestar de nuestras gentes.
Votar es un deber y un compromiso patriótico, sobre todo, en momentos en que tendremos que elegir quién tomará el timón del destino nacional durante los próximos cuatro años. Y este no puede ser alguien inexperto, sin experiencia de Estado, ni mucho menos políticos envueltos en compromisos oligárquicos que los inhabilita para poder articular políticas publicas que beneficien a las grandes mayorías.
En este sentido, el voto que echemos en las urnas nos puede salvar o nos puede hundir más. También, al momento de sufragar hay que rechazar la intimidación, las bravuconadas, la coacción y la percepción equivocada o las triquiñuelas electorales.
Momento histórico
Nunca un voto había tenido tanto peso y valor como ahora, en que la patria se ve amenazada. Nunca un voto había sido tan importante como en estos momentos, en que el país se encuentra en peligro. Nos encontramos viviendo en un momento histórico de grandes decisiones, donde tendremos que elegir entre la esperanza y la desilusión, entre la planificación y la improvisación, entre la valentía que libera y la cobardía que esclaviza, entre la tolerancia y la manipulación, entre el desarrollo y el trazo, entre el hambre que dignifica y el peso que humilla, entre la verdad y la mentira.
Y en esto último, nos llega a la memoria la frase lanzada por el doctor Joaquín Balaguer en una hora crucial de nuestra historia donde se jugaba la suerte de todos los dominicanos: “El camino malo debe quedar cerrado, cerrado definitivamente”. Solo así podremos entrar en la nueva ola de transformación que necesita la Republica para formar parte del círculo de las naciones desarrolladas del mundo.
Hoy, igual que entonces, debemos armarnos de valor y fuerza de voluntad para vencer el miedo que tendrían éxito si nos quedáramos sentados, si le hacemos el juego a quienes adoctrinar a los ciudadanos con apariencia de triunfo ante la invisibilidad de obras que ofertar.
La determinación de ir a votar utilizando cualquier medio a su alcance, será la mejor manera de decirles: ¡No pasarán! ¡Te conozco bacalao, aunque venga disfrazado!
Aunque provoquen un eclipse el 18 de febrero y 19 de mayo; y aunque el día se vuelva noche, nadie puede quedarse sin ir a votar. Es necesario que la clase media, los estudiantes, los profesionales, los agricultores que han sido quebrados por este gobierno, los campesinos y los dominicanos conscientes y pensantes se empoderen de la situación política que vive el país y tomen el control de la actual coyuntura electoral y se abalancen a ir a votar.
La democracia y la estabilidad del país está en peligro y no podemos dejarla a su suerte debido a su consabida impopularidad dentro de los sectores de menos ingresos.
Tal vez, por primera vez después de haber instaurado el voto del dominicano en el exterior, éste tenga una mayor relevancia y un peso decisivo que no había tenido antes, cuando solo se le daba un valor complementario y marginal. La comunidad dominicana en el extranjero, al igual que la clase media nacional, tienen, por lo mismo, la responsabilidad trascendental de escoger a su gobierno en las elecciones próximas.
De ahí, que todos los dominicanos debemos unirnos alrededor de la sagrada meta común de abortar los despropósitos oficialistas, oponiendo vergüenza y dignidad contra dinero, determinación frente a indecisión y firmeza frente a fragilidades.
El próximo 18 de febrero tenemos la primera cita con la historia, un compromiso irrenunciable con la patria en peligro y es la decisión inquebrantable de salir a votar llueva, truene o ventee por los candidatos preferidos, para darle una lección a los que tienen el dinero, pero no la razón.
La diáspora dominicana también deberá jugar un rol estelar en esta contienda y ser compromisaria con ese objetivo supremo, con la nación dominicana, aunque no votamos en febrero, pero si decidimos de forma objetiva, llamando a todos sus familiares, amigos y relacionados en la Republica Dominicana a que salgan a votar, como paso previo para allanar el camino hacia el triunfo colectivo el próximo 19 de mayo.