Por Fausto Herrera Catalino
Este miércoles inicia la vigencia de la Ley 46-23 promulgada el 3 de agosto de 2023 que declara el dia 6 de marzo de cada año, “Día Nacional en honor al doctor José Francisco Antonio Peña Gómez”, por sus aportes al fortalecimiento de la democracia.
Agradecemos a todos los congresistas esta exaltación que inmortalizó a un líder de la historia. Un reconocimiento singular a los diputados proponentes de la iniciativa del Foro Renovador: Dr. Ramón María Ceballo Martes, Kenia Felicia Bidó Parra y el Dr. Juan Dionicio Rodríguez Restituyo.
E, igualmente, nuestra gratitud al presidente constitucional de la República Dominicana, Luis Abinader, por la promulgación de la indicada Ley.
José Francisco Antonio Peña Gómez, hizo grandes contribuciones a la política en la construcción de la democracia nacional y mundial. Trabajó toda su vida por la paz, la promoción y la defensa de los derechos humanos. Luchó persistentemente contra la pobreza y por el desarrollo de la justicia social.
Al honrar su memoria y reflexionar cómo podemos continuar con su misión por la inclusión social. Es primordial continuar el cambio desde la gestión del Estado. Es el compromiso de todos los dominicanos y latinoamericanos identificados con su ideario. Es nuestra responsabilidad al decir “yo soy Peña Gómez”. Y, en su aniversario, por gratitud, al poner su rostro en nuestro perfil de las redes sociales.
Era un creador de tácticas y estrategias al seducir con perspectiva brillante, como “Primero la Gente” y el programa del Gobierno Compartido por un mejor país. Tan poderosas como ganar la alcaldía del Distrito de 1998, después de muerto; y, asimismo, influyó en el triunfo presidencial del 2000. Templó su carácter y aprendió lecciones por su confianza y la esperanza hacia el futuro. Veía al doblar de la curva por tanto desde niño vivió en permanente desafío al miedo y a la ignorancia.
Un liderazgo humanista ejerció con estilo único, vibrante, optimista y valiente. Un visionario de su misión, en coherencia con su principio. La solidaridad era su bandera en defensa de los condenados de la tierra. Demostró amar a su prójimo como a sí mismo, en su mensaje “Yo los perdono.”
Por supervivencia, desde su infancia, cada día se superó a sí mismo. Por cada meta se esforzó al doble o triple de otra persona. Para la juventud de hoy es un magnífico ejemplo al saltar de la marginalidad absoluta al supremo liderazgo.
En su creencia del socialismo democrático, como Nelson Mandela, predicó: “Una nación no debe de juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada».
Su coherencia política hay que apreciarla más allá de las palabras, en la conducta, en las actuaciones, en las ideas y hasta en los errores y aciertos de los hombres, así actuó.
Desde que ingresó al Partido Revolucionario Dominicano, asumió la vanguardia con su palabra enérgica. A Peña Gómez, por su rol político, correspondió convocar a la resistencia popular el histórico 24 de abril de 1965 por la reposición de la constitucionalidad dominicana.
En el PRD sus dotes excepcionales elevaron a su persona a la cumbre del liderazgo nacional. En su ascenso partidario, en momento de intrigas y luchas sórdidas, afirmó: “El sol, como las estrellas es un astro y yo soy un astro que brilla con luz propia”.
E, igualmente, alcanzó una dimensión mundial desde la presidencia del Comité para América Latina de la Internacional Socialista. Con efecto, esa afiliación y la acertada táctica de aproximación a los liberales de Washington contribuyó en el respeto al triunfo del PRD en 1978.
Y, en una manifestación de su grandeza, sencillamente humana, en 1994, optó por preservar la vida de todos los dominicanos ante el robo de su triunfo electoral. Transformó la crisis provocada en reformas políticas a la Constitución. Y, logró, con la firma del Pacto por la Democracia, la vigencia del actual Estado de Derecho.
Con clara conciencia, exclamó: “Yo he vivido y vivo a espalda de la maledicencia; solo tengo tiempo para pensar en la grandeza de los ideales patrióticos”.
La escritora estadounidense, Marianne Williamson, lo honra al concluir su poema: “Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.”