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Danilo Cruz Pichardo: Danilo Cruz Pichardo
Es un acto de responsabilidad, del presente Gobierno, abocarse a una reforma tributaria y fiscal para superar el déficit y no continuar tomando empréstitos internacionales para poder ajustar ingresos y gastos. Gracias al crecimiento del Producto Interno Bruto, cada año, no tenemos una situación de mayores dificultades y contrariamente los organismos multilaterales siguen calificando de sana nuestra economía.
El porcentaje de la deuda externa de un país se calcula en función de su Producto Interno Bruto y como nuestro PIB mantiene un aumento sostenido, gracias a la economía de servicios, entre otros renglones, la estabilidad política que disfrutamos y seguridad jurídica para los inversionistas, los elogios llueven desde el exterior hacia la República Dominicana.
Y ahora con la reforma tributaria y fiscal –la cual no afectaría a la clase baja– se supera el déficit, lo que permite que nuestro PIB se dispare y se dinamice el aparato productivo nacional, porque estaría bajando la tasa de interés bancaria y los pequeños, medianos y grandes empresarios acudirían a los bancos privados y al estatal en búsqueda de préstamos blandos, dinero que inyectarían a sus negocios, generando más empleos y mayor circulante monetario.
Se sabe que la subida de la tasa de interés bancaria durante un tiempo, respondió a una acertada estrategia de las autoridades del Banco Central para evitar devaluación del peso dominicano, como consecuencia de una serie de eventos que se registraron en el mundo y repercutieron en el plano nacional. Si no se toman las prevenciones correspondientes hoy la tasa de cambio estuviera cercana al cien por uno y el nivel inflacionario fuera alarmante, por lo que hay que saludar la competencia del equipo económico de la presente administración.
Con una mayor recaudación tributaria, a través de la reforma, todos los dominicanos nos beneficiamos, porque los servicios serían de mayor calidad, gracias a las grandes inversiones que el presidente Abinader tiene en carpeta, en materia de educación, salud, energía, agua potable, transporte y viviendas. De igual manera, se construirían obras físicas, como carreteras, escuelas hospitales, avenidas, acueductos, túneles, elevados y extensión del metro a otros lugares tanto del Gran Santo Domingo como de provincias del país.
Se sabe que sectores de oposición, que actúan en función de sus intereses políticos partidarios, se oponen a las reformas. Inclusive han pretendido llevar confusión a los dominicanos de menor escolaridad, generando alarma, en el sentido de que todos los productos de la canasta familiar incrementarían su costo y en sentido general todos los bienes y servicios subirían de precio. Totalmente falso.
Se supone, en la práctica siempre ha sido así, que el rol de una organización opositora es hacer oposición (valga la redundancia), pero en un caso como este, donde es la población que se beneficiaría, el sentido común aconseja al silencio.
Sin embargo, la población dominicana es suficientemente inteligente y políticos que llevaron al país al abismo, con desfalcos, entramados mafiosos y la comisión de múltiples ilícitos, no persuaden a ningún dominicano, porque son líderes moralmente descalificados. Los grandes cambios y transformaciones en los diferentes órdenes, que trillaría el país en los siguientes años, no los detiene nadie.
Luis Abinader ganó las elecciones del 19 de mayo con un astronómico 57%, un pasaporte para gobernar hasta el año 2028 cargado de buenas intenciones y ausente de soberbia. Y una muestra es la búsqueda de consenso de los más diversos sectores de la vida nacional, pese a que cuenta con una aplastante mayoría legislativa.
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