
Por Marcos Sánchez markrumors@gmail.com
La Romana, R.D.- Cuando inauguraron el Estadio Romana (actual Francisco A. Micheli), el 18 de Noviembre de 1979, apenas contaba con 7 años y lúcidamente recuerdo estar allí como regalo de cumpleaños por parte de mi progenitor.
El bullicio allí era peor que un caldero de hacer salcocho tapado lleno de grillos. Se percibía la alegría de los presentes por ser parte de los privilegiados en tan importante fecha.
El verdor del terreno de juego emulaba un perfecto campo cuidado. El sistema de luces incrustadas en enormes y verticales torres; la pantalla; el olor a rosetas de maíz y hot dogs más interminables entusiastas vociferando vítores (algunos) e improperios (otros), según la preferencia de equipo.
El viernes 31 de agosto de 1979, entró al país el agresivo ciclón David y luego la tormenta Frederico, que azotaron nuestra isla de extremo a extremo y producto de sus fuertes vientos e interminables aguaceros de la tormenta, dejaron en desastrosas condiciones al Estadio Tetelo Vargas de San Pedro de Macorís (hogar de las Estrellas Orientales), razón ésa que determinó que Las Estrellas jugaran sus partidos como dueños de la casa en La Romana.
El primer juego del béisbol invernal dominicano celebrado en el Estadio Romana fue entre los Tigres del Licey y el citado equipo petromacorisano, donde cayeron 4 por 2 ante el muchas veces favorito y también criticado, Tigres del Licey.
El primer hit disparado en este estadio salió del bate de Rafael Landestoy, pero la razón de inspiración de este artículo fue el tablazo propinado al estadounidense Randy Martz, que se fue del parque vía el poderío del macorisano Rico Carty, quien jugaba para El Licey.
La algarabía era extendida y duró cual si fuese el anuncio del premio mayor de la lotería, ya que en La Romana no había equipo local y la fanaticada local se adjudicaba al Licey como su equipo de elección.
Indeleble recuerdo de mi niñez que jamás ha salido de memoria. Esa exacta sensación ahora de adulto, anhelo volver a experimentar si Dios mantiene en salud al apodado «La Máquina», José Alberto Pujols Alcántara, mejor conocido como Albert Pujols.
La historia de este caballero (dentro y fuera del terreno), es de admiración por sus incontables logros y su innegable calidad humana.
Pujols está a 10 vuelacercas para acceder un club que tanto desde el 22 de Abril de 1876 (irrupción de la Liga Americana), como el 22 del mismo mes, pero de 1901, cuando inició la Liga Nacional, sólo tres figuras han sobrepasado los 700 jonrones: Barry Bonds (762), Hank Aaron (755) y Babe Ruth (714).
Desde ese entonces y hasta nuestros días, ningún otro jugador ha logrado tal hazaña. Hablamos de una proeza que ha durado 146 años, tiempo para más de cuatro generaciones.
No conozco a Albert Pujols en persona y nunca me he identificado con su equipo, pero sí soy amante del béisbol y también orgullosamente quisqueyano.
Dos potentes razones para pujar para que uno de los nuestros se case con la gloria y a su vez, pueda volver a vivir ese júbilo que provoca ver un swing que conecte al bate con la pelota y la despache fuera de la circunferencia donde se aloja la Instalación deportiva matizada de e grandes dimensiones, preparada para la práctica de graderías y espectadores, que llamamos estadio, de béisbol en este caso.