Ataca suelo ruso con misiles estadounidenses y activa la disuasión nuclear de Moscú
Rusia y Ucrania han cumplido este martes mil días de guerra con una escalada sin precedentes en el conflicto, desencadenada por el primer ataque directo contra territorio ruso con misiles estadounidenses de largo alcance. Una acción ya anunciada, pero no por ello menos peligrosa, pues contó con el visto bueno de Washington y afronta la renovada amenaza rusa de recurrir a las armas atómicas en casos como éste.
El ataque se ha producido en el momento menos oportuno, salvo que buscara una dura reacción del Kremlin aún por llegar. Pocas horas antes del lanzamiento de los misiles contra la región rusa de Briansk, fronteriza con Ucrania, Moscú había ratificado su nueva doctrina nuclear, que permite el uso de bombas atómicas en respuesta a ataques con armas convencionales que pongan en peligro la soberanía rusa. Ataques como el realizado por Kiev contra Briansk.
El Ministerio ruso de Defensa confirmó este martes que sus sistemas antiaéreos derribaron cinco misiles ATACMS sobre Briansk, mientras que un sexto proyectil logró impactar en un arsenal militar de esa región fronteriza con Ucrania, sin causar víctimas. La profundidad de este ataque fue de unos 110 kilómetros dentro del territorio ruso.
El lanzamiento por Ucrania de ese tipo de proyectiles, capaces de golpear objetivos en suelo ruso con un rango medio de 300 kilómetros, tuvo lugar apenas dos días después de que el presidente estadounidense, Joe Biden, diera su autorización a Kiev para utilizar misiles de largo alcance contra la Federación Rusia, más allá de la línea del frente y de las zonas ucranianas anexionadas o controladas por el ejército del Kremlin.
Tras reconocer el impacto en Briansk, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, afirmó en Brasil, durante su participación en las reuniones del G20, que Moscú «considerará el lanzamiento de los misiles de largo alcance guiados por expertos militares estadounidenses como una nueva fase cualitativa de la guerra (puesta en marcha) por parte de Occidente».
Según el ministro ruso, el ejército ucraniano no tiene capacidad para utilizar esos sistemas de misiles estadounidenses, muy sofisticados. «Sin los americanos es imposible utilizar estos misiles de alta tecnología», afirmó.
Lavrov también responsabilizó a Francia y Gran Bretaña del posible uso por parte del ejército ucraniano de los misiles Scalp y Storm Shadow, respectivamente, que aquellos países han entregado a Ucrania. Estos misiles pueden tener un mayor rango incluso que los ATACMS estadounidenses y golpear objetivos en las inmediaciones de Moscú, a unos 500 kilómetros de la frontera ruso-ucraniana.
Han pasado mil días desde que el presidente Vladímir Putin ordenara la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022 y la guerra parece emponzoñarse cada día más, amenazando con involucrar a más actores internacionales.
En dos años y casi nueve meses de combates y destrucción, Rusia ha acabado por asumir la iniciativa bélica, una iniciativa que ahora se ve desafiada por los misiles de largo alcance estadounidenses, británicos y franceses, y por las crecientes demandas del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, para que Occidente se involucre totalmente en el conflicto.
Ucrania está perdiendo la guerra y Zelenski pide más armamento y también un compromiso total estadounidense y europeo para impedir la derrota.
Esa situación en el campo de batalla desfavorable a Ucrania llevó a Biden a tomar tan drástica decisión en sus últimos días en la Casa Blanca, antes de que Donald Trump, vencedor de las elecciones del pasado 5 de noviembre, asuma su cargo el 20 de enero próximo.
Una decisión motivada por el curso de la guerra y la posibilidad cada día más cierta de una contundente derrota ucraniana, pero también marcada por la intención de Biden de ponerle a Trump las cosas un poco difíciles si decide finalmente acabar unilateralmente con la guerra de Ucrania, como tantas veces prometió.
Trump habló durante la campaña electoral, y antes, de que acabaría en 24 horas con la guerra de Ucrania en cuanto llegara al poder. Dado el estado actual de la guerra, ello significaría para Ucrania la pérdida de casi una quinta parte de su territorio, ahora anexionado por Rusia.
En estos mil días de guerra, la invasión rusa de Ucrania ha visto diferentes etapas que han llevado a la actual situación de zozobra para el Gobierno de Kiev. Así, tras perder muchas de sus conquistas iniciales en el nordeste del país ante una contraofensiva ucraniana en el verano de 2022, el ejército ruso se blindó en las zonas anexionadas de Ucrania, en el este y el sur del país.
En el verano de 2023, una nueva contraofensiva ucraniana se estrelló contra esa línea del frente rusa de cerca de 1.200 kilómetros, reforzada y bien atrincherada. Rusia retomó entonces la iniciativa y ya desde principios de este año empezó a imponerse en la región de Donetsk. Batallas cruciales como las de Bakhmut, Avdivka o Vugledar fueron ganadas por las tropas rusas.
Lo máximo que hizo el ejército ucraniano en 2024 fue avanzar unas decenas de kilómetros en territorio ruso, en la región de Kursk, donde aún resisten varios miles de soldados de Kiev, atentos a la contraofensiva rusa que se está preparando y en la que podrían participar tropas norcoreanas.
Una de las razones aducidas por la Casa Blanca para otorgar ahora el permiso a Ucrania de atacar con los poderosos misiles ATACMS el territorio de la Federación Rusa es la necesidad de golpear a estas fuerzas combinadas ruso-norcoreanas en Kursk antes de que barran a las fuerzas ucranianas allí destacadas.
La autorización para usar misiles de largo alcance, también concedida por Reino Unido y Francia, ha llevado a Occidente a cruzar una línea roja esta semana que ya el propio Putin calificó como una eventual constatación de que Washington y sus aliados de la OTAN entraban directamente en la guerra.
La respuesta no se ha hecho esperar. Putin aprovechó esta fecha simbólica de los mil días de guerra para poner su firma, demorada desde septiembre, a la nueva doctrina nuclear rusa. El aviso era claro y directo contra Estados Unidos, Europa y cualquier otro aliado de Kiev que se empeñe en dar una vuelta al conflicto involucrándose más en el mismo.
La nueva doctrina nuclear rusa autoriza el uso de armas atómicas en respuesta a ataques convencionales que signifiquen «una amenaza crítica para la soberanía e integridad territorial» de Rusia y su aliado Bielorrusia.
La renovada estrategia atómica considerará como un «ataque conjunto» a Rusia la agresión por parte de un país que no tenga armas atómicas, pero que cuente con el respaldo de una potencia nuclear. Este punto podría aplicarse a Ucrania y sus aliados de la OTAN, donde varios de sus miembros, como EEUU, Francia o Reino Unido, tienen destacados arsenales nucleares.
En una diáfana advertencia a la OTAN, la doctrina nuclear rusa afirma que «la agresión de cualquier estado perteneciente a una coalición militar (bloque o alianza) contra la Federación Rusa y (o) sus aliados será considerada como una agresión de la coalición en su conjunto».
La respuesta nuclear rusa también se daría en caso de que Rusia sufriera un ataque masivo con aviones, misiles, drones y otros artilugios voladores. Por vez primera se alude a los drones, un arma que tiene un papel primordial en la guerra de Ucrania, con su uso por ambos bandos.
Por suerte, el documento de la nueva doctrina nuclear rusa hace una afirmación final que puede aliviar, hasta cierto punto, la tensión presente. Para Rusia, las armas nucleares son «un instrumento de disuasión» y defensa, cuyo uso solo deberá ser contemplado como una «medida extrema y forzosa».
El propio ministro Lavrov señaló en Río de Janeiro que Rusia hará todo lo posible para evitar una guerra nuclear. Si no se siente atacada, claro está.
La misma decisión de autorizar el uso de misiles de largo alcance contra territorio ruso debe ser evaluada con serenidad, pues los ATACMS no son unos misiles producidos de forma masiva en Estados Unidos y menos aún entregados a Ucrania en las cantidades necesarias como para que puedan dar un golpe de timón a la guerra.
Ucrania necesitaría cientos de estos misiles (en cantidades que ni siquiera Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia guardan en sus arsenales) para cambiar ese curso de la guerra. Ciertamente pueden ser una baza que Zelenski ponga en una mesa de negociaciones, la cuestión es que éstas puedan llegar a convocarse en medio de la imparable escalada militar que se avecina.
En estos momentos, ni siquiera Trump tendría la capacidad para detener el conflicto y eso lo sabía Biden cuando dio su permiso para que Zelenski pusiera en marcha su ofensiva con los misiles estadounidenses, arriesgando un eventual callejón sin salida y menospreciando el riesgo real de una escalada a gran escala en Europa y quizá el mundo.
Quedan dos meses hasta que Trump asuma su mandato. Dos meses que serán cruciales para encaminar la guerra hacia esa mesa de diálogo u obligar a claudicar a Zelenski si se produjera una confabulación entre Trump y Putin para detener el conflicto asfixiando al régimen ucraniano.
Zelenski es consciente de este riesgo y quizá por ello, y por primera vez, consideró este martes en una alocución ante el Parlamento ucraniano la posibilidad de que Ucrania deba esperar un tiempo, hasta la salida de Putin del poder en Rusia, para recuperar los territorios arrebatados.
«Tenemos que actuar con inteligencia. Quizá Ucrania deba sobrevivir a cierta persona en Moscú para conseguir todos sus objetivos, para restablecer la integridad territorial de Ucrania», aseveró el líder ucraniano.
Fuente PÚBLICO