Por Miguel SOLANO
Dicen las narrativas sobre los mitos que Tártalo es un personaje de la mitología vasca que representa a un cíclope antropomorfo con un solo ojo en medio de la frente, de gran tamaño y comportamiento terrorífico: Es un gigante tuerto con una fuerza descomunal.
Y en la historia mitologíca griega, el tártaro era el lugar más bajo del universo, por debajo del Inframundo, pero separado de él. Como mejor se conoce el Tártaro es gracias a la Teogonía de Hesíodo, donde es uno de los primeros seres en existir en el universo además del lugar donde se encierra a los monstruos, a los titanes.
Tártalo, buscando crecer entre los dioses del Olimpo, queriendo ser como Apolo o como Hera les ofreció un banquete con el cual intentaba doblar el corazón de Zeus. Los dioses del Olimpo, adictos a las bromas y conociendo las intenciones de Tártaro, se las arreglaron para que las carnes del banquete no aparecieran. Tártaro, empeñado en complacer a los dioses y enterado de las crueldades de los castigos que Zeus imponía, cocinó a su hijo y lo ofreció como viandas. Los dioses, enterados del macabro acto, no comieron del banquete. Tomaron los pedazos del hijo de Tártalo y lo recompusieron. Incluso les hicieron una prótesis para restaurar un pedazo del hombro que la diosa Démeter había comido, por error.
Entonces, los dioses tomaron a Tártalo y como castigo lo enviaron al Hades, al Inframundo más allá del Inframundo, donde gobierna Hades, el dios del inframundo temido por ser cruel y malvado.
Allí Tartalo quedó dentro de un pozo de agua que le llegaba hasta la barbilla. Como posible alimento tenía un árbol, en el centro, que daba frutos.
Pero ocurría que cuando Tártalo tenía sed e intentaba tomar agua, las aguas se retiraban y, cuando tenía hambre e intentaba tomar un fruto, el árbol se retiraba.
Yo, en mi condición de escritor, bajo al Hades para entrevistar a cierto personaje y me encuentro con Tártalo:
—Tártalo, tú tienes más de 2 mil años en esa posición, sin poder beber y sin poder comer. De acuerdo con Jehová, los castigos sólo deben durar mil años.
Fijó su único ojo en mí, como quien intenta comerme, y me aseguró:
—Este no. El que por conseguir ascenso material o esperitual sacrifica a un hijo está condenado al bajo infierno por los siglos de los siglos.Y estará aquí, incluso más allá de los tiempos sin tiempos.