
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por Juan Manuel García
Todos los niños del mundo son lindos, ricos y ñoños. Llenan todos los rincones del mundo de inocencia. Y de futuro.
Quiero que los niños vivan con sus pares y parientes, pero lejos de cañadas hediondas para que no los arrastren hacia infinito oscuro. Y los quiero cerca de autoridades que sepan más que bailar sobre una tarima vistiendo pocas ropas. Y atentas a las mugrientas cañadas de todos los sitios.
Quiero que los niños vivan lejos de las cloacas callejeras sin tapas y descuidadas.
Quiero a los niños lejos de policías que persiguen delincuentes a tiro limpio, pero apuntando descuidados hacia los niños desprevenidos en su inocencia.
Quiero a los niños que desaparecen, y nadie los encuentra en las secas ni en las mecas.
Los niños son la sal de la tierra.
¿Por qué nuestros niños son arrastrados y desaparecen en cañadas inmundas ante los ojos de todo el mundo?
¿Por qué las balas de los policías no discriminan entre niños desamparados y delincuentes dañinos?
¿Por qué hay cloacas sin tapas para que los niños desaparezcan por las cloacas descuidadas?
Ah, pero primero quiero un pueblo que cuando llore a sus niños cante a gritos por un mejor futuro.