
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por Becker Márquez Bautista
Siento una profunda preocupación al observar cómo, de la nada, ha surgido una «nueva faraona» a quien todos parecen rendirse a sus pies. Es tan evidente este sometimiento que pareciera que algunos incluso ponen su lengua en el piso para que ella pise, en un acto de sumisión inaudito. Esta figura y sus acólitos se ufanan públicamente, vociferando que es ella quien tiene el poder de nombrar en el exterior dentro del gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM), encabezado por el presidente Luis Abinader.
Esta situación no solo es alarmante por el abuso de poder que sugiere, sino también por la forma en que corroe los principios democráticos y la institucionalidad. Cuando una persona, por el motivo que sea, acumula tal nivel de influencia y lo utiliza para ostentar un poder desmedido sobre nombramientos y decisiones cruciales, se está socavando la meritocracia y la transparencia.
El concepto de «faraona» o «faraón» en un contexto político moderno remite a una figura con autoridad casi absoluta, que no rinde cuentas y que ejerce un control desproporcionado sobre parcelas del poder estatal. En este caso, su influencia abarca no solo la política exterior, sino también los cargos consulares, en el INDEX, el Banreservas, Cultura, ProDominicana y hasta las pensiones que emite el Poder Ejecutivo. Al designar en estas instituciones a sus «lambiscones», se olvida que este tipo de prácticas distorsiona el funcionamiento regular de la administración pública, transformando las designaciones en favores personales en lugar de procesos basados en la idoneidad y el servicio al país.
El hecho de que «se bufoneen» con esta supuesta capacidad de nombrar a su antojo evidencia una preocupante falta de pudor y un desprecio por las normas establecidas. Implica que se perciben por encima de las leyes y los procedimientos, lo cual es inaceptable en una democracia que busca fortalecer sus instituciones y combatir el clientelismo.
El gobierno del PRM, bajo la dirección del presidente Luis Abinader, se ha vendido como un estandarte de cambio, transparencia y lucha contra la corrupción. Sin embargo, la aparición y aparente tolerancia de figuras con este tipo de comportamientos ponen en entredicho esos mismos principios. La credibilidad de la administración y del partido se ve comprometida cuando se permite que tales prácticas florezcan, dando la impresión de que el poder se ejerce de manera discrecional y personalista.
Es fundamental que las autoridades pertinentes y el propio liderazgo del PRM tomen cartas en el asunto. La consolidación de la democracia dominicana y la confianza de la ciudadanía en sus instituciones dependen de que se ponga fin a cualquier manifestación de este «lambonismo» y abuso de poder. Solo así se podrá desmantelar esta «fábula» de control absoluto y asegurar que los recursos y las funciones del Estado estén al servicio del pueblo, y no de los caprichos o intereses de individuos particulares.
Sería oportuno preguntarse: ¿quién protege el comportamiento abusivo de esta faraona? Jamás pensaría que el señor presidente Luis Abinader auspicie esto desde su despacho. Entonces, ¿quién, en nombre del presidente, está actuando en contra de las buenas prácticas en el Estado?
Un Grito como el de Montesinos
Para concluir, quiero alzar mi voz como el «grito de Montesinos» que nos sirva de eco a aquel famoso sermón pronunciado por fray Antonio de Montesinos el 21 de diciembre de 1511 en La Española (actual República Dominicana). A través de esta tribuna, este grito lo dirijo al señor presidente Luis Abinader y a la propia dirigencia del PRM.
Señor Presidente, tenga cuidado con este tipo de faraonas que se creen dueñas del Estado, pensando que es una finca de su propiedad. Si nadie les rinde pleitesía a ellas o a su «terrateniente» en Europa, los valiosos «soldados» que trabajaron para que usted y el propio Partido Revolucionario Moderno (PRM) ocuparan el solio presidencial no serán tomados en cuenta. Esa actitud está causando mucho daño a su figura, Presidente; abra los ojos y revise su entorno.
A los dirigentes solo les digo: no se arrastren por los suelos, porque si lo hacen, serán pisoteados por los actos inmorales de quienes los chantajean por un puesto en el tren gubernamental. Esperemos tranquilamente el proceso electoral del 2028 y ahí, con nuestro voto, derrotemos este tipo de actitudes que solo favorecen por un corto plazo a esta faraona y a sus acólitos. En 2028, pasemos factura.