
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por Iscander Santana
Este año, la Organización de las Naciones Unidas cumple 80 primaveras. Ocho décadas desde que, en 1945, los escombros de la Segunda Guerra Mundial dieron paso a un ambicioso experimento de
cooperación internacional. Hoy en día,sin embargo, ese experimento parece tambalearse entre la irrelevancia y la impotencia. La ONU llega a su aniversario con más frentes abiertos que logros consolidados, y con una autoridad moral cada vez más erosionada.
El pasado: la promesa de un mundo más unido.
La ONU vio la luz con un mandato claro: evitar otra guerra
mundial, promover los derechos humanos y garantizar la paz mediante el diálogo. Durante la Guerra Fría, fue un espacio de contención. En los años 90, lideró misiones humanitarias y de reconstrucción en Ruanda, Kosovo y Timor Oriental. Pero ese impulso se ha ido diluyendo, víctima de un sistema que privilegia el veto de cinco potencias sobre la voluntad de 193 Estados.
El presente: una crisis de autoridad y pérdida de respeto
El aniversario llega en medio de una tormenta geopolítica:
– Israel y Palestina: Mientras Reino Unido, Canadá y otros países reconocen formalmente al Estado palestino, Israel responde con amenazas y negaciones. Netanyahu afirma que “ni en sueños” habrá un Estado palestino al oeste del Jordán. ¿Y la ONU pa’cuando? Paralizada por el veto estadounidense, incapaz de frenar la violencia en Gaza ni de
imponer resoluciones vinculantes.
– Haití: A escasos kilómetros de su sede regional, bandas armadas controlan Puerto Príncipe. La ONU observa, pero no actúa con contundencia. La misión multinacional prometida sigue sin desplegarse plenamente, ocasionando con esto que RD cargue con parte del problema.
– Ucrania: La guerra continúa sin mediación efectiva. Rusia,
miembro permanente del Consejo de Seguridad, bloquea cualquier resolución significativa. La ONU queda relegada a tareas humanitarias, sin capacidad de influencia real.
– África: Desde Sudán hasta el Sahel, los conflictos se multiplican mientras potencias extranjeras negocian por fuera del sistema multilateral.
El futuro: ¿reformar o rendirse?
La ONU necesita más que una
conmemoración. Necesita una refundación. Entre los cambios urgentes:
– Eliminar el derecho de veto o limitarlo en casos de genocidio y crímenes de guerra.
– Ampliar el Consejo de Seguridad para incluir voces del Sur Global.
– Fortalecer el sistema de justicia internacional, para que ningún Estado esté por encima del derecho.
– Reconocer plenamente al Estado palestino, como paso
esencial hacia una solución de dos Estados que garantice seguridad para Israel y dignidad para Palestina.
El reconocimiento de Palestina: un acto de justicia
El reconocimiento del Estado palestino por países del G7 no es un gesto simbólico. Es una ruptura con la inercia diplomática que ha permitido décadas de ocupación, violencia y negación. No es un premio para Hamas, como insinúa
Israel, sino una afirmación de que los derechos nacionales no pueden depender del capricho de una potencia regional.
Conclusión: ¿80 años más?
La ONU está en una encrucijada. Puede seguir siendo un foro decorativo, o puede reinventarse como el motor de una nueva ética global. Pero para ello debe recuperar su voz, su coraje y su capacidad de acción. Reconocer a Palestina, reformar el Consejo de Seguridad y actuar con
firmeza ante las crisis no son opciones: son imperativos morales.
Si la ONU quiere celebrar 100 años, debe demostrar que aún tiene sentido.