
Podría esconder las claves para tratarlo
El alzhéimer es el trastorno neurodegenerativo más común en el mundo, pero sigue envuelto en misterio. No entendemos del todo, todavía, cómo ni por qué surge la enfermedad; y aunque hemos identificado más de 80 segmentos de nuestro código genético que se asocian con la patología, los científicos aún luchan por descifrar completamente los mecanismos que codifican.
Doug Whitney, un veterano de la marina estadounidense de 76 años de edad, es el ejemplo perfecto. El anciano heredó al nacer una mutación en el gen de la presenilina 2 (PSEN2), ubicado en el cromosoma 1, asociado de manera clara con una elevada acumulación de proteína defectuosa beta-amiloide en el tejido cerebral (una de las características patológicas definitorias del alzhéimer), así como con un riesgo muy elevado de desarrollar la forma familiar temprana de la enfermedad (EOFAD, por sus siglas en inglés).
Nueve de sus trece hermanos portaban la mutación, y sufrieron alzhéimer y murieron tempranamente. También su madre, y muchos antepasados remontándonos muchas generaciones atrás. Sin embargo, Whitney no tiene síntomas, y un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad Washington de San Luis (Misuri, Estados Unidos) cree que averiguar por qué podría revelar información muy valiosa para combatir el trastorno.
Una oportunidad única
Según publicaron en el medio especializado de gran prestigio Nature Medicine, Whitney es residente de Seattle (Washington, Estados Unidos) y se presentó voluntario en 2011 para participar en el estudio científico Red de Alzhéimer Heredado Dominante (DIAN, por sus siglas en inglés).
«El DIAD (la Enfermedad de Alzheimer heredada dominantemente) se caracteriza por su predictibilidad genética. Tiene una penetrancia de casi el 100%, lo que significa que las personas que portan la mutación que lo desencadena tienen prácticamente la certeza de que desarrollarán la enfermedad, a menudo a una edad mucho más temprana que los casos esporádicos y típicos», explicaba el profesor de neurología y autor del estudio Jorge J. Llibre-Guerra en declaraciones concedidas al medio especializado Medical News Today.
«El caso de Whitney supone una rara oportunidad para estudiar potenciales factores protectores y mecanismos que podrían estar influyendo en la progresión atípica de la enfermedad, ofreciendo una perspectiva que podría contribuir al desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas», explicó.
Tras verificar que efectivamente Whitney portaba la mutación en el gen PSEN2, y los investigadores le realizaron toda clase de pruebas (extracciones de fluido cerebroespinal, toma de muestras de células cutáneas, pruebas de escáner cerebral con contraste, evaluaciones cognitivas y neurológicas, extracciones de sangre…).
Las piezas del rompecabezas
Con ello, buscaban biomarcadores, características genéticas o patológicas, factores ambientales… Cualquier característica diferenciadora que pudiera ayudar a explicar la resiliencia del paciente ante los efectos de una mutación que, en la mayoría de las personas que la portan, constituye una condena segura a padecer alzhéimer temprano.
Estos métodos arrojaron una serie de hallazgos interesantes. Por una parte, encontraron que el tejido cerebral de Whitney mostraba una alta concentración de proteína amiloide, de hecho en niveles probablemente superiores a los de otros portadores de la mutación en su misma familia debido a su longevidad. Por el contrario, mostraba una concentración baja de proteína tau, que también suele encontrarse en el cerebro de las personas con alzhéimer en acumulaciones características llamadas ovillos.
La principal hipótesis de Llibre-Guerra es que es este rasgo el que confiere a Whitney su particular resistencia al alzhéimer, tal y como cuenta a The New York Times. Concretamente, destaca el hecho de que el paciente sólo presenta acumulación de tau en una región del cerebro, el lóbulo occipital izquierdo, que no está implicada de manera destacada en la patología del alzhéimer.
En cualquier caso, esta característica no es la única que intriga a los autores del estudio. Además de ella, Whitney también porta varias variantes genéticas que sus parientes no poseían, entre ellas tres que posiblemente están implicadas en la neuroinflamación y en la patología tau. En esta línea, también muestra una respuesta inflamatoria menor que la de otros portadores de la mutación PSEN2.
Finalmente, otro rasgo particular es un nivel más alto de lo común de proteínas de choque térmico, que ayudan a evitar el plegado defectuoso de otras proteínas (el proceso que origina en el alzhéimer las placas de amiloide y los ovillos de tau, y que también se asocia a muchos otros trastornos neurodegenerativos). Esta peculiaridad podría relacionarse con su tiempo en la Marina de los Estados Unidos, en el que durante diez años trabajó en la sala de calderas de un barco de vapor pasando muchas horas a altas temperaturas.
Un hijo que también podría ‘esquivar la enfermedad’
El caso es complejo, y los propios investigadores no descartan que existan más factores que puedan haber estado protegiendo al paciente del alzhéimer temprano.
Tanto es así, que el foco de los investigadores no sólo se centra en Whitney. Los científicos también tienen interés en su hijo, Brian, que aunque también posee la mutación PSEN2 (y sin embargo no porta ninguna de las variantes posiblemente protectoras identificadas en su padre) sigue cognitivamente sano a los 53 años de edad.
Brian Whitney, de hecho, ha participado recientemente en un estudio dirigido por DIAN en el que ha referido fármacos anti-amiloides, que podrían estar ejerciendo un cierto efecto protector; se encontró que los pacientes que los recibían durante la mayor duración de tratamiento estudiada tenían la mitad de riesgo de desarrollar problemas cognitivos que quienes recibían placebo.
Claves para posibles tratamientos
Por ahora, ni Doug Whitney ni su hijo parecen estar sufriendo ningún deterioro cognitivo significativo, más allá de lo esperable a sus respectivas edades. En el caso del padre, según The New York Times, la única prueba neurológica en la que su puntuación parece ir empeorando es el área visual-espacial, lo que podría reflejar la acumulación de tau en su lóbulo occipital izquierdo.
Por su lado, los investigadores siguen sin dar con la característica definitiva que le protege frente al alzhéimer, aunque continúan estudiando su caso. Y es que historias como la suya tienen un gran valor para la comunidad científica, porque resolver los rompecabezas que guardan puede ser fundamental para desarrollar tratamientos que ayuden a los millones de personas que cada año sufren el trastorno en todo el mundo o estrategias preventivas que libren a miles de personas de la enfermedad.
Fuente 20 MINUTOS