
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por: Luis Silié Carlo.
En las campañas políticas de los países de un sistema débil y fácil de corromper, existen una cantidad de colaboradores económicos que se ofrecen voluntariamente, algunos por una real admiración al candidato, otros que como aves de rapiña invierten. Cenas muy bien preparadas con aportes altísimo, flujo de mucho dinero encubierto, personajes de reputación dudosa acercándose como mininos, los trajes costosos, el lujo y el reparto de dadivas, pago por aquí pagos por allá y por doquier suena el nombre del oferente como un financiero caído del cielo y que está resolviendo el alto costo de las elecciones. Este es el preámbulo.
Empresarios, contratistas, creadores de imágenes de desarrollo, y otros con una varita mágica se acercan con las soluciones de todos los problemas que aquejan al país. Esta pasarela de “inversionistas” que llena los ojos de los que tienen a su cargo el fastidioso y real problema del dinero, ven la solución que ya metidos en el fragor de la misma campaña no se percata o si, que ese dinero tiene un precio. Como en todo, existen los buenos amigos que recuren al llamado del amigo que les recuerda que él sin decirlo con pelos y señales será el presidente de un país. Pero el dinero de los amigos igualmente tiene un precio político. A veces es mejor llamar a los enemigos que algunos amigos que a la larga el arrepentimiento es doloroso y un precio más alto.
Cómo usted piensa que pagaran esa factura, con dinero del Estado, tráfico de influencia y con una paga irremediable que hará daño al gobierno elegido. Estamos seguros que la proveniencia y legalidad del dinero recibido no sea todo del conocimiento del presidente, en otrora acepto, pero de todas maneras será un pago que en la sombra se hará irremediablemente. Es aquí cuando llega al conocimiento del presidente todo este pago y entra en un gran dilema moral.
Estos compromisos de campaña, que siempre existen y existirán, es un camino delicado y sobre todo en países como el nuestro que coexiste el poder detrás del poder. Es un problema de conciencia, educación y respeto. El resistir a tentaciones que incluso solucionan, problemas personales inmediatos, sin proyectarse al futuro, requiere de mentes con capacidad para visualizar que no existe dinero gratis en política a la larga se paga o se paga. La factura política llegará, el inversor en su momento la presentará y créame la cobrara.
Es ahí cuando entra al escenario el tráfico de influencia; práctica ilegal e indebida que inmediatamente después de ejercer la autoridad estatal, utiliza conexiones de personas ejerciendo la autoridad y de esa manera obtener favores o tratamiento preferencial con la única meta de conseguir pagos en dinero o apoyo para hacer actos ilegales dentro de la impunidad utilizarlo para fines personales o beneficio un tercero “anónimo” se lo dejo de tarea.
Este delito de dos, el “traficante” y el “influenciado” podemos verlo además en la figura jurídica del soborno o la extorsión que pudiera ejercer el solicitante. Esta solicitud de pago a simple vista un favor pagando otro favor, “hoy por ti mañana por mí”, es la puerta ancha y muy conocida como corrupción administrativa. Una droga que narcotiza rápidamente, don dinero.
Lo lamentable del caso es la pérdida de ética y moral; existen facturas en varios estratos de la sociedad, publicistas, medios de comunicación, periodistas, agencias de vehículos, material gastable, hoteles, líneas aéreas, sistemas electrónicos, asesorías, contratistas, etc., etc. No pidan pruebas que eso es un asunto de consciencia más que de otra cosa y todos lo vemos a diario. No obstante, es que esa factura política se paga si o si de una u otra forma. Los medios informativos contantemente hablan de esos protagonistas de las cunetas que salen a flote cuando usted menos los espero en un buen cargo, una buena contrata y una serie de familiares y sequitos nombrados y nunca levantaron una banderita o dijeron vaya a votar, pero pagaron y crearon una factura.
Usted, si usted que lo sabe, no se haga el sueco porque los bancos también son puentes de… eso.







