
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por Miguel SOLANO
En la 390 Broadway, Chelsea, Massachusetts estaba mi oficina. Representamos a una compañía de bienes raíces dueña de un pueblo en Orlando Florida bautizado como Kissimmee, situado a unos 10 minutos de Word Disney. Avatar, que luego terminó siendo una película de fama mundial y que llevó al estrellato a nuestra actriz, Zoe Saldaña, se llamaba la corporación.
Todas las semanas organizamos vuelos desde Boston hasta Orlando para que los futuros adquirentes de propiedades conocieran a Kissimmee y decidieran si ese era un lugar donde, en el futuro, querrían vivir.

Cada día, cuando venía de comprar mi café, me encontraba con una pareja que siempre caminaba abrazada. Se paseaban de una esquina a la otra y cada 13 pasos se detenían y Grace le decía a Will:
— Will, yo te amo.
Hasta ahí Will estaba bien, pero cuando Grace le decía:
—Will, yo te amo a ti más que tú a mí.
Esa certeza armaba la bronca y Will se enfadaba.
— Pero que mujer más necia e impertinente. Cómo puedes tú argumentar semejante atrocidad. Yo, Will, jamás estaría con una mujer que me ame más que yo a ella.
Grace miraba a Will y comprendía que éste jamás cedería en su posición emocional y arreglaba las cosas pidiendo perdón. Entonces se abrazaban y se besaban. Caminaban otros 13 pasos y volvía a armarse la discusión, con los mismos tonos, los mismos argumentos y la misma solución.
Tres lunas habían convertido la luz en sombras cuando encontré a Will caminando y realizando las mismas escenas que escenificaba con Grace, sólo que Grace no estaba. Me acerqué y le pregunté qué había pasado con Grace:
— La dejé.
—¿Por qué?
— Yo no puedo vivir con una mujer que jura y perjura que me ama más que yo a ella.
Días después, debajo del puente Tobin, encontraron el cadáver de una mujer. En su viejo abrigo tenía un papel escrito a mano que decía:
— Will, el que hayan encontrado este cadáver significa que yo te amo más que tú a mí y que tú a ti.
Fuí donde Will y le mostré lo que decía el periódico y me comentó:
— Tuve razón al dejarla, siempre tuve la razón y la razón no evita la muerte.







