
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Era marzo del 2021. La gobernadora civil de Montecristi, la joven en política, Nelsy Cruz, y la ya vieja política y jefa en el actual Partido Revolucionario Moderno (PRM), hoy reducida a un salón del Palacio Nacional, Milagros Ortiz, incidentaron el horizonte político, al gobierno y a su propio partidismo. Ortiz pretendió “jalarle los moños” a Nelsy Cruz, su líder compañera, de allá lejos, orillando la frontera con Haití, cuando reclamó en público que sus compañeros debían de ser llamados a disfrutar del jamón del Poder, colocándolos en empleos públicos
Los gobernadores, desde hace ya mucho tiempo, las gobernadoras civiles, son las genuinas representantes y delegadas del Presidente de la República, en todo momento. Por su piel sensible estando lejos del Palacio Nacional.
Nelsy, aquella vez quería que su jefe inmediato a quien representaba, la oyera, como si estuviera viviendo un trance.
Existe un Ministerio de Interior y Policía, del que, de manera orgánica, las gobernadoras dependen. Pero las gobernadoras nunca han querido renunciar a su vínculo jerárquico que es el Gobernante mismo, el Presidente de la República. El genuino jefe, soberano por elección directa de la población, escogido en elecciones universales, públicas y abiertas. Como debe de ser, según la Democracia, residencia del poder popular.
Fue un brote discordante y en cierto modo, desproporcionado. Un incidente pueblerino elevado a la categoría de chisme palaciego. En aquella ocasión, Ortiz pretendió, sin ser convocada, dar una cátedra de civismo y ética.
Nelsy Cruz, la joven gobernadora montecristeña, habló desde una posición relajada y sincera, sobre la realidad convertida en presión, suscitada a propósito de la necesidad que sienten los perremeístas de ser empleados en su Gobierno, no para comerse un manjar, sino, simplemente para comer, en la creencia de que eso lo tienen ganado. Es lo que ha ocurrido siempre, desde la fundación de la República, por falta de formación política que los líderes de los partidos han perdido de vista.
La gobernadora Cruz era una joven buena. Capaz de pedir excusas cuando se sentía equivocada porque como humana estaba expuesta a cometer excesos. Raquel Peña, la vicepresidenta de la República sacó la cara por Nelsy, en nombre del presidente Luis Abinader, ya que es la segunda al mando, en orden sucesoral legítimo.
Tuvo que dar la cara la misma madre de la gobernadora Cruz. Y también dijo al público que su hija no había hecho nada malo, sino defender a sus compañeros de partido y de Montecristi, una de las provincias cenicientas, tradicionalmente abandonada. La Gobernadora Cruz no juzgaba los riegos a que se exponía para reclamar desde su posición, atención para la gente. Su madre hizo saber, entonces, que la Gobernadora Cruz, llegó a ese puesto ejecutivo, con apenas 38 años de edad, sin pasar necesidad personal ni familiar.
Habló la vicepresidenta del país, no se sabe si por tener afectos a la Gobernadora, si por ser una de sus seguidoras, o sólo porque le gritó la condición de mujer, para dar la razón a la gobernadora Cruz.
La señora Ortiz, desde el Palacio Nacional, pero en las afueras del escritorio que ocupa en virtud de un decreto presidencial, en el actual Gobierno, como directora de una reciente oficina creada con el nombre de Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental, recriminó con acritud a la joven gobernadora Cruz, porque ésta exponía de manera un tanto jocosa, tal vez, en tono pueblerino y trivial, que sus compañeros de partido pueden estar seguros de que en cuestión de horas empezarán a “participar del manjar” de su Gobierno.
Eso, de manera pueblerina y trivial, es lo mismo que decir, “cojollo, pero denles un chance a los del Partido PRM”. Era el grito inicial de la Gobernadora Cruz, la que en aquella lejana franja fronteriza recibía en su ternura juvenil y de liderazgo político, el fuego de las ansias de sus compañeros menesterosos. Pero que, en el Gran Santo Domingo, esas cosas no llegan con la estridencia suficiente.
Nelsy Cruz gritó con desesperación, nueva vez, estando aplastada en esta ocasión por las paredes inmundas de un caserón irresponsablemente descuidado que llamaban “duscoteca Jet Set”. Nelsy estaba a punto de morir, y le alcanzó el último halito de vida para llamar por el celular, informar y pedir ayuda a su jefe, el presidente Luis Abinader. Había decenas de personas agonizando como ella. Sólo una fuerza suprema, entendía el liderazgo pueblerino de aquella mujer, podría hacer algo con aquella emergencia.
Y Abinader, el hombre sencillo se levantó de la cama en aquella madrugada. Y empezó a andar. Y vio lo que estaba sucediendo. Entonces empezó a dar órdenes, a emitir decretos, a expresar y hacer llegar su sentido duelo porque allí estaba parte de su pueblo, muriendo, atrapado en una increíble tragedia.
Y que Dios bendiga a la Gobernadora, muchacha que, desde las lejanías políticas de Montecristi, a pesar de todo, pedía disculpas con una amarga sonrisa partidista. Paz eterna para Nelsy Cruz. Tranquilidad para sus familiares. Y para todos los dolientes, en estas circunstancias.
¿Aparecerá con quién substituir a Nelsy Cruz? Seguro, que sí.
Y no tiene que ser una dirigente política pueblerina con mucha experiencia en el ejercicio gubernamental, como podrían exhibir otras damas, cuando casi en la flor de la mayoría de edad, quedaron parapetadas con el favor de un escritorio en las alfombras a pisar por el Presidente, con el que estaban cercanamente emparentadas.