
«Si aquel pacto ya era débil, este no le llega ni a la altura del talón»
Los analistas consideran que lo impulsado por Trump «no es un plan de paz» para Oriente Medio, sino un acuerdo de alto el fuego que deja muchos aspectos sin resolver
«Por fin hay paz en Oriente Medio. Han tenido que pasar 3.000 años para esto», proclamó exultante Donald Trump tras firmar este lunes en la ciudad egipcia de Sharm El Sheikh el acuerdo de alto el fuego para la Fran de Gaza. Aunque el mandatario norteamericano no necesita a nadie para colgarse medallas y es cierto que su intervención ha logrado detener la guerra, es demasiado pronto para hablar de una paz duradera y sostenible en la región más convulsa del planeta. El plan Trump está todavía en una fase embrionaria, hay dudas sobre la implantación de las siguientes etapas y mucha incertidumbre sobre el futuro a medio-largo plazo.
Carlos López, profesor de Relaciones Internacionales e investigador del Grupo de Seguridad, Riesgos y Conflictos de la Universidad Nebrija, considera que ni siquiera se puede llamar ‘plan de paz’ a lo impulsado por Trump: «Lo que tenemos ahora solo es un acuerdo de alto el fuego, que por supuesto era muy necesario, pero solo es un primer paso que, quizás, conduce más adelante a la elaboración de un plan de paz. De momento, solo expone una serie de ideas vagas, poco consistentes y muy mal explicadas sobre qué hacer a corto plazo, pero no contiene nada que se le parezca mínimamente a un plan de paz para Gaza ni para Palestina en su conjunto».
«El plan habla del propósito de crear una especie de gobierno técnico interino palestino, supervisado por una llamada junta de paz en la que sabemos que va a estar Trump y, no sabemos muy bien por qué, también Tony Blair, pero no se conoce cuál es el fundamento jurídico de esa autoridad, que desde luego no se ampara en ningún instrumento de derecho internacional», añade.
«Ha permitido un alto el fuego y el ingreso de ayuda humanitaria, dos aspectos que son muy importantes, pero ahí se acaba mi optimismo porque todo lo que va a pasar a partir de ahora sigue estando completamente en el aire y eso es lo que me preocupa. Hay que precisar muchas cuestiones que no están resueltas en el acuerdo», coincide Ignacio Perotti, doctor en Derecho Internacional y director del Máster en Derechos Humanos de la Universidad Europea.

Una de esas cuestiones es el futuro estado palestino, que apenas se menciona en los 20 puntos del plan elaborado por Trump. «Hay una vaga referencia a que en algún momento Gaza volverá al control de la Autoridad Nacional Palestina, pero sin establecer plazos ni términos. Y no existen referencias a la constitución de un estado palestino. Es verdad que el punto 19 menciona tímidamente esa posibilidad, pero Netanyahu ya ha dicho claramente que lo descarta», dice López. «Se eliminó el famoso punto 21 de este acuerdo, que pretendía el reconocimiento de Palestina como estado porque ni Netanyahu ni el propio Trump lo quisieron incluir», recalca Perot.
El profesor de Derecho Internacional cita también otras cuestiones que se han quedado en el tintero: «Después de esa declaración rimbombante de Trump hablando de paz duradera y prosperidad, apenas se detallan los pasos concretos para ver cómo va a ser la transición política en Gaza o cómo va a ser la reconstrucción de un lugar completamente destruido. Ni siquiera queda claro cómo se va a distribuir la ayuda humanitaria tan necesaria en estos momentos».
Y advierte sobre otro asunto espinoso como son los presuntos crímenes de guerra cometidos: «El acuerdo no dice absolutamente nada sobre qué va a pasar con las decenas de miles de personas que fueron asesinadas y cómo se van a reparar los crímenes después de un genocidio. Eso es algo que han acreditado numerosos expertos, como Francesca Albanese o la comisión independiente que creó el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y que presidió una persona hiperprestigiosa como es la expresidenta del Tribunal de Ruanda, Navi Pillay. A mi juicio, este es un aspecto muy importante a tener en cuenta y que no está resuelto».
«No se contemplan cuestiones absolutamente necesarias para que un plan de paz merezca ese nombre: el final de la ocupación israelí en el conjunto de Palestina, el final del apartheid a los ciudadanos palestinos y el final de los asentamientos israelíes, llevar a la justicia a los que hayan cometido crímenes de guerra por un lado y por otro, pero especialmente por Israel, y el retorno de los refugiados. Todos esos son elementos absolutamente indispensables e incuestionables, que deberían formar parte de un plan de paz que quisiera ser tal cosa. Aquí no tenemos nada de eso ni por asomo», subraya López.
Sin la consistencia de los Acuerdos de Oslo
El plan Trump se ha llegado a comparar con los famosos Acuerdos de Oslo de 1993, que, a pesar de su fracaso, han sido seguramente lo más cercano a una paz duradera que ha vivido la región en los últimos 75 años. Fruto de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991, aquellos acuerdos auspiciados por Yasser Arafat e Isaac Rabin, bajo patrocinio estadounidense, permitieron la creación de la Autoridad Nacional Palestina y establecieron un periodo de transición como paso previo a la creación de un estado palestino en el futuro.
Aunque el acuerdo de Sharm El Sheikh también habla de un periodo de transición y de un gobierno interino, así como de un repliegue gradual de las tropas israelíes, los analistas ven muchas diferencias entre ambos procesos de paz. «Los Acuerdos de Oslo fueron el resultado de una serie de contactos diplomáticos de alto nivel, muy extensos y detallados, que después pasaron a la esfera política, mientras que este acuerdo lleva el nombre del presidente de EEUU, lo cual no siempre garantiza buenos resultados», dice Perotti.
«El acuerdo de Oslo estaba más encaminado al reconocimiento mutuo y a la solución de los dos estados. Se reconocía un autogobierno palestino con ciertas facultades y competencias locales como policiales, educativas o de salud. Lo que tenemos ahora no hace ninguna referencia a esas cuestiones», incide.
«Personalmente, tengo una opinión bastante pobre de los Acuerdos de Oslo como proceso de paz y la historia acredita que no condujeron a ningún resultado positivo. Se ha construido toda una mitología en torno a ellos y la gran oportunidad perdida, pero estaban a años luz de ser unos acuerdos suficientes para una paz duradera. No preveían realmente la construcción de un estado palestino, solo la creación de una Autoridad Palestina con un control parcial de una parte de los territorios ocupados, pero la mayor parte de Cisjordania seguía directa o indirectamente controlada por Israel. Palestina no tenía acceso a sus fronteras ni a sus recursos naturales, no tenía la condición de estado», señala el profesor de la Nebrija.
«Lo que se ofrecía en Oslo era algo muy limitado, pero por lo menos era un proceso de diálogo por su consistencia intelectual, complejidad de lo trabajado y apoyo político de las partes implicadas porque fue urdido por palestinos e israelíes con el respaldo de EEUU. Lo que tenemos ahora no le llega ni a la altura de los talones. Solo es un acuerdo urdido por Trump y Netanyahu, que ha sido apoyado por Hamás y otros países como medida de urgencia para detener una masacre intolerable. Ha servido para lavar un poco la cara del gobierno israelí, que tenía a la opinión pública mundial cada vez más distante por los crímenes que estaba cometiendo. Oslo me parece un proceso muy débil, pero lo de ahora no es ni la centésima parte de lo que fueron los Acuerdos de Oslo», añade.
También hay nubarrones a corto plazo
El proceso de paz impulsado por Trump deja muchos cabos sueltos a medio-largo plazo, pero también genera recelos en el futuro más inmediato. Actualmente, se está negociando en Egipto la segunda fase del plan e incluye aspectos muy delicados como son la desmilitarización de Hamás o un nuevo repliegue de tropas israelíes.
«Creo que de momento Hamás va a mantener su compromiso, sobre todo por la presión interna que tiene, pero no sé hasta cuándo va a durar ese compromiso porque me parece complicado que Israel se retire completamente de Gaza. No soy muy optimista porque Israel va a seguir siendo la potencia ocupante y mantiene planes para ampliar su expansión territorial y los asentamientos. El plan de Trump tampoco contempla ningún tipo de mecanismo de cumplimiento», afirma Perotti.
Según el profesor López, esta segunda fase podría hacer descarrilar el plan: «No descarto que a la hora de la verdad se produzcan resistencias en Hamás respecto al desarme, ya sea no aceptándolo formalmente o manteniendo una actividad oculta, lo cual llevaría probablemente a la reactivación de la ofensiva israelí. A pesar de ser un gobierno extremista, antidemocrático y criminal, Hamás es el único actor que ha tenido la capacidad de hacer frente hasta cierto punto a la agresión israelí. Si pierde esa capacidad, sus perspectivas no son nada halagüeñas en vista de las ambiciones anexionistas y genocidas que ha demostrado Israel en los últimos dos años».
Recuerda, asimismo, que ni siquiera el alto el fuego se está cumpliendo a rajatabla: «La violencia no se ha detenido porque en los últimos días ha habido víctimas provocadas por el ejército israelí y también está habiendo represión por parte de Hamás, que está ejecutando a quienes considera que han colaborado con Isarel. Este es un acuerdo sin base jurídica que se basa meramente en el afán de Trump de obtener el aplauso mundial, pero es muy fácil poner la firma sobre un papel. Luego hay que desarrollarlo en la práctica y habrá que ver si eso realmente sucede».
Fuente: 20 Minutos