
Un tiroteo en un instituto de la ciudad de Winder, en el estado de Georgia, volvió a acelerar el corazón de los estadounidenses este miércoles y a provocar esa sensación de tragedia ya conocida de tropezar una y otra vez en la misma piedra sin que se tome medida alguna para evitarlo. El temor de otra masacre juvenil sobrevoló de nuevo.
Según las primeras informaciones oficiales, el presunto pistolero se hallaba bajo custodia policial, mientras se tenía constancia de traslados a hospitales cercanos. En un primer balance, más que provisional, algunos medios aseguraron que había al menos cuatro muertos y cuatro heridos. No se descarta que uno de estos cuatro fuera el propio autor de los disparos. Pero la escuela seguía en situación de cierre por la posibilidad de que aún hubiera otro implicado.
Numerosos expertos insistieron en que estos casos de muertes por el uso desbocado de las armas configuran un verdadero problema de salud pública, como ya denunció el cirujano general de Estados Unidos, Vivek Murthy, denunció hace unos meses, cuestión que acentuó hace unos días al indicar que esta circunstancia provocaba estrés a los niños y adolescentes, así como a sus padres.
Este nuevo incidente se produjo en la Apalachee High School de Winder, a unos ochenta kilómetros al noreste de Atlanta. Estas son fechas habituales para los tiroteos al ser el inicio del curso, tiempo propicios para estos sucesos. De momento se desconocía la identidad del presunto autor, aunque se suponía que era un estudiante, ni los motivos del tiroteo.
Como en otras muchas ocasiones, las imágenes mostraban a centenares de alumnos evacuados de las instalaciones docentes, mientras se veían patrullas de uniformados armados hasta los dientes y numerosas ambulancias con las luces de emergencia. La Casa Blanca informó que el presidente Joe Biden fue informado y que seguía la evolución de este caso.
Fuente LA VANGUARDIA