
Cada vez más reconocible y habiendo aterrizado este sábado en un hábitat natural para él, el de la antesala a lo buscado, Carlos Alcaraz sonríe, se abraza y aprueba el despliegue efectuado contra Alejandro Davidovich. Lógicamente faltan ajustes y hay que seguir puliendo ese servicio, incorporando más regularidad y limpieza en el juego, pero se adentra en su séptima final de un Masters 1000 —categoría en la que no alcanza el éxito desde marzo del año pasado— y su tenis tiene cada vez mejor color.
La tierra como bálsamo. Fue duro el mes de marzo y abril empieza de otra manera, con un valioso premio a tiro. “He tenido que ser paciente, trabajar duro y creer que este momento llegaría de nuevo”, dice tras el 7-6(2) y 6-4 logrado frente al malagueño, tras 2h 09m de labor y buen masticar; “porque la gente es impaciente y quiere que llegue a la final en cada torneo, así que estoy feliz de darles esta oportunidad”.
No es una victoria de excesivos brillos, pero sí de oficio, de convicción. Mucho error por una y otra parte —40 y 28 no forzados, respectivamente— y mayor inspiración al resto que al saque, pero en todo caso guía por primera vez al murciano hacia el espacio que exploraron en su día los finalistas Orantes, Bruguera, Moyà, Ferrero, Corretja, Verdasco, Ferrer o Costa, además de Albert Ramos y el propio Davidovich.
Plaza mayor la de Montecarlo, territorio histórico de Nadal (11 títulos) y que ahora aspira a hacer suyo Alcaraz, citado este domingo (12.00, Movistar+) con el italiano Lorenzo Musetti (1-6, 6-4 y 7-6(4) a Alex de Miñaur). Su camiseta en tono lila refleja el sudor, cosa rara. Pero tocaba arremangarse otra vez. “He intentado aprovechar las oportunidades que me ha dado. Él ha salvado muchas bolas de break [16 de 19] y de partido [6], pero creo que tácticamente he jugado un gran partido. El de hoy es el mejor que he jugado aquí”, valora. Aun así, matiza: “Puedo hacerlo mucho mejor”.
Fuente EL PAÍS