
Por Doctor Ramón Ceballo
El Himno Nacional de la República Dominicana no es una simple canción ni una expresión artística opcional. Es un símbolo patrio sagrado que representa la historia, la soberanía, el sacrificio de nuestros héroes y la dignidad de una nación que ha luchado por su independencia y libertad.
Alterar sus letras, sea cual sea el motivo o causa, no solo es una falta de respeto, sino también un acto que hiere el sentimiento patriótico de millones de dominicanos.
En días recientes, activistas de la comunidad LGBT utilizaron el Himno Nacional en un acto público, modificando su letra para adaptarla a sus reivindicaciones ideológicas. Esta acción, aunque amparada por el derecho a la libre expresión, cae en una peligrosa distorsión cuando interviene un símbolo cuya integridad está protegida por la Constitución de la República y por la Ley 210-19 sobre el uso de los símbolos patrios.
Si bien es cierto que dicha ley no prohíbe su utilización en actos civiles o de minorías sociales —siempre que se haga con respeto—, lo ocurrido va mucho más allá de un uso legítimo. Cambiar el texto del himno, reinterpretarlo según intereses particulares o ideológicos, constituye una desnaturalización de su esencia y una falta grave al marco legal que lo ampara.
Ante esta falta, debe aplicarse con rigor lo que establece la Ley 210-19. No basta con condenar moralmente este tipo de actos; es necesario que las autoridades actúen en defensa de nuestros símbolos nacionales.
La ley contempla sanciones para quienes hagan uso indebido, despectivo o deformado del Himno Nacional, y esas disposiciones deben cumplirse para proteger el respeto y la solemnidad que merece. La omisión o pasividad solo debilita la autoridad del Estado y envía un mensaje de permisividad que podría repetirse en el futuro.
El artículo 4 de la Ley 210-19 establece claramente que los símbolos patrios deben ser tratados “con el mayor respeto y solemnidad”. Modificar sus palabras con fines políticos o de activismo, sin importar la causa, viola ese principio y abre un peligroso precedente que podría llevar a la trivialización de los valores patrióticos en la vida pública.
No se trata de rechazar las luchas de ningún grupo social ni de limitar los espacios de participación democrática. Se trata de poner límites claros cuando se toca el corazón simbólico de una nación. El respeto a los símbolos patrios es un compromiso que debe trascender ideologías, banderas y movimientos.
La diversidad se defiende con argumentos, con propuestas, con movilización social legítima. Pero no con la manipulación de símbolos nacionales que pertenecen a todos. Defender el Himno Nacional, en su forma original e íntegra, es también defender la institucionalidad, la identidad y la unidad de la República Dominicana.
Como sociedad, debemos rechazar con firmeza este tipo de prácticas y recordar que en una democracia, el derecho a expresarse libremente no puede servir de excusa para irrespetar lo que representa la esencia misma de nuestra nación.