Por Neo Carmona
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(Este artículo de opinión y su contenido es de exclusiva responsabilidad del autor)
«Ahora comprendo cuál era el ángel
que entre nosotros pasó
era el más terrible, el implacable, el más feroz
Ahora comprendo en total este silencio mortal
ángel que pasa, besa y te abraza
ángel para un final».Ángel para un final
Silvio Rodríguez
Neo Carmona
Conocí más profundamente al maestro Ángel Pichardo Almonte en el fragor de la campaña electoral pasada, trabajando hombro a hombro para llevar al doctor Jorge Asjana David a la rectoría de la academia. Un trabajador incansable, de ideas geniales a las que se entregaba hasta verlas completas y excelentemente realizadas. En su casa pasamos una o dos tarde-noche maravillosas. Un anfitrión exquisito, con una biblioteca estupenda que me dejó manosear a plenitud. Hablamos de todo y recuerdo que siempre aceptó mis planteamientos como si de iguales se tratara. Así de ser humano y humilde era.
Hoy, cuando fuimos a despedirlo hasta el cementerio que es desde ya es su última morada, solo podía estar seguro de que una persona descrita como lo fue el doctor Ángel por todos los que tuvieron uso de la palabra, no solo no debía morir con tanta vida productiva por delante en favor de los demás y la sociedad. En realidad, no debería morir nunca. ¡Nunca!
Luego, lo único que queda en mi mente es como vivimos los seres humanos, como si nos fuéramos a llevar el mundo por delante; sin tomar en cuenta que la mejor forma de vivir es servir a los demás con el corazón sincero y regresar a casa cada día a disfrutar de lo más hermoso que tenemos: la familia.
Y si con la muerte de Ángel, además de darnos una lección de lo injusta y miserable que puede ser la muerte, nos enseña a valorar a las personas que amamos, a cuidar a nuestros amigos verdaderos, a ser mejores seres humanos, a aprovechar cada instante de la vida que no toca para ser feliz y procurar esa misma felicidad para los demás, entonces Ángel Almonte Pichardo no habría muerto en vano.
Nada nos llevaremos. Y ninguno podrá escapar de la muerte. Pero ojalá todos luchemos porque al final de nuestros días en este mundo, todos los que nos conocieron se reúnan a gritar consignas, a cantar con lágrimas en los ojos las canciones que más amábamos, a describirnos de esa manera tan indispensable para que hayamos dejado un mundo mejor, lleno de mejores seres humanos.
¡Ojalá!
¡Hasta la victoria siempre, maestro Ángel Pichardo Almonte, hasta la victoria siempre!–
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