Médico especialista y un hombre preocupado por la democracia en su país
Por Rafael Valdés
Hay diferencias entre nacionalismo y patriotismo. El nacionalismo tiene una connotación económica que se traduce en un sentido de posesión en la que se prioriza el interés nacional desde una posición de clase. Un ejemplo de lo que digo fue el surgimiento de la burguesía nacional criolla que se consolidó durante la dictadura de Trujillo. Quien en su sano juicio puede afirmar que el sátrapa era patriota? Todo lo que hizo en nuestro país tuvo como punto de partida la apropiación de las riquezas nacionales para beneficio propio. El patriotismo es un sentimiento ligado al amor a la patria, a su cultura, a la identidad nacional ; pero sobre todo a nuestra herencia histórica representada por los que murieron en la defensa de la patria. La transculturación que se produce en este y en todos los países de nuestro planeta siempre ha existido. Las élites imponen su cultura porque tienen el control de los medios de comunicación escrito y visual y lo hacen como parte de un proceso de manipulación que nos convierte en borregos y en Zombies. Son ellos los que imponen el ruido musicalizado que envenena a nuestro juventud y que la neutraliza como agente de cambio. Los movimientos migratorios siempre han existido. Los hombres y las mujeres emigran a aquellos países de mayor desarrollo económico en una lucha por la subsistencia, pero ese proceso no implica ningún problema que haga peligrar, en la mayoría de los casos, la identidad nacional de los países receptores. En el caso de nuestro país, la realidad es otra. La emigración haitiana aunque tiene por base causas económicas, representa un gran peligro para nuestra patria en lo que respeta a nuestra identidad nacional no sólo por hecho de que no respetan nuestros valores nacionales y culturales sino también porque su emigración masiva es parte de un plan de las élites internacionales para que nuestro país cargue en sus espaldas con el problema haitiano. De ese proceso migratorio se benefician ciertos sectores de nuestra clases dominantes que creen que un proceso de fusión garantiza la amplitud del mercado para beneficio de sus productos. Del desorden migratorio obtienen una mano de obra barata y maximizan por ese medio sus ganancias económicas. El peligro de que los haitianos formen una minoría étnica con poder político es real y a la vuelta de algunos años no dudaría de que ocuparan lugares importantes en nuestras instancias políticas. Haití y República Dominicana compartimos una misma isla y por esas razones se deben establecer acuerdos binacionales que parten del criterio del respecto de la soberanía de ambas naciones. Nuestras leyes migratorias excluyen la migración ilegal y por esas razones es correcto de parte del Estado Dominicano expulsar a los haitianos que no tengan un estado legal de residencia sin que se nieguen e irrespeten sus derechos humanos. La patria está por encima de los sentimientos paternalista de sectores progresistas, sobre todo de nuestra falsa izquierda, que asumen la emigración ilegal desde del punto de vista del internacionalismo proletario.