
Es un referente del servicio médico comunitario, la filantropía activa y la gestión humanista en la salud pública dominicana
SANTO DOMINGO, RD.- Desde hace décadas, el Dr. Félix Antonio Cruz Jiminián, un hombre de fe, humilde y carismático, se ha ganado el corazón de los dominicanos. Más allá de las consultas y los quirófanos ha construido un legado basado en la solidaridad, la acción social y el compromiso con quienes menos tienen.
Habla con orgullo de su niñez. Creció en un hogar cristiano, donde los valores se aprendían antes que el abecedario. Desde pequeño, estuvo ligado a la iglesia, al servicio comunitario y a las enseñanzas que aún hoy lo acompañan: amar al prójimo, vivir con sencillez y nunca olvidar de dónde viene. “En mi casa se hablaba más de ayudar que de tener”, recuerda con la mirada puesta en el pasado.
Ese espíritu de servicio, que muchos hoy admiran, tiene raíces profundas en su conexión espiritual, lo que le ha permitido mantenerse firme en su propósito de vida: servir a los demás con humildad, sin condiciones ni cálculos. Y hoy, su clínica es más que un centro de salud, también es un espacio donde se reafirman los valores que heredó desde niño.
Un centro de salud con alma
El equipo de Listín Diario visitó la Clínica Cruz Jiminián en el populoso sector de Cristo Rey. Allí, entre pacientes, estudiantes de medicina y pasillos cargados de historia, nos recibió el doctor. Pausó su consulta, nos mostró con satisfacción los nuevos equipos del centro y nos habló con pasión de los programas que desarrolla.
Desde operativos médicos en barrios vulnerables, hasta jornadas de vacunación, cirugías gratuitas, entrega de medicamentos y alimentos, programas para niños con hidrocefalia o ancianos abandonados… la lista es tan extensa como conmovedora. Lo que ha logrado va más allá de la medicina. Es una obra social que se expande todos los días.
“El verdadero cristianismo se demuestra en la acción, no en la teoría”, dice con convicción, mientras saluda a una paciente como si fuera familia.
Y aunque muchos reconocimientos nacionales e internacionales adornan su modesto consultorio —desde homenajes en Nueva York hasta condecoraciones del Congreso Nacional—, el doctor Cruz Jiminián confiesa que lo que más valor tiene es el abrazo de una madre agradecida, escuchar “gracias, doctor” de un anciano o ver la sonrisa de un niño sano que vuelve a consulta solo por prevención.
En 2020, el país se paralizó al saber que el doctor estaba ingresado con Covid-19. La nación entera oró por él. Cuando finalmente despertó, entendió algo que nunca olvidará. “Yo no sabía que tanta gente me quería… eso me sanó más que cualquier medicamento”, dice con la voz entrecortada.
Superó esa prueba. Volvió con más energía, con más gratitud y con un renovado compromiso: seguir entregando su vida al servicio. “Dios me dejó vivo para seguir sirviendo”, sostiene.
Un legado que crece
Con orgullo de padre refiere que su hijo, Luis Cruz Camacho, ha comenzado a recorrer su mismo camino, y ha asumido la tarea de continuar el proyecto de vida de su padre. “Es bonito ver que lo que sembraste también da fruto en tu casa”, concluye el doctor Cruz Jiminián con una sonrisa.
Fuente: Diariom de Salud