Y se impuso el revanchismo
Ha sido echado por el suelo, la intención del Gobierno y del Partido Revolucionario Moderno (PRM) de hacer una reforma a la Constitución, para que, en el futuro, el procurador no sea un muchacho de mandado del presidente de turno.
Pese a una anunciada objeción o rechazo de los partidos de la oposición, el presidente Abinader, insistía en la reforma, pero finalmente se impuso la mezquindad y el revanchismo político.
Ya el mandatario ha dado una señal de que no insistirá con el tema, nos imaginamos que ya todo será color de rosa, ya que esta diferencia había obstaculizado el diálogo en el Consejo Económico y Social.
Además, sería inapropiado y hasta provocativo que el Gobierno insistiera en un debate con la participación exclusiva de representantes de la sociedad civil y académicos y sin los demás partidos.
La participación de la oposición es lo que sirve para validar un consenso amplio y creíble, que vendría a viabilizar la correcta aprobación de cualquier modificación de la Carta Magna cuando se convoque y se instale la Asamblea Nacional.
Además de una procuraduría independiente, en la propuesta presentada por el Gobierno, se planteaba la reunificación de las elecciones presidenciales con las congresionales y municipales, procesos que se celebran con una diferencia de tres meses.
Se alega, que el país no puede incurrir en comicios separados por el alto gasto que implica en cuanto a la inversión de recursos y en la parte humana, facilitando así todo el montaje y la logística para la Junta Central Electoral.
Desde el punto de vista de la oposición, en ese proyecto gubernamental se esconde un trasfondo político. Eso ha sido su excusa y quizás lo diga por experiencia propia, pues en el caso del PLD y la Fuerza del Pueblo, ellos sí que saben cambiar las reglas después que se está en el terreno de juego.
Los adversarios del Gobierno y del PRM argumentan que el real interés detrás de la reforma constitucional sería reducir el porcentaje del 50+1, un porcentaje que todos los dominicanos sabemos que no fue fruto del consenso, sino el resultado de una componenda entre el PLD y el Partido Reformista, con el fin de evitar que José Francisco Peña Gómez, ganara las elecciones de 1996.