
A dos días del comienzo de la trascendental cumbre de la OTAN en La Haya, el exembajador de España en la Alianza Atlántica Nicolás Pascual de la Parte desgrana en El Debate las claves geoestratégicas que van a marcar el rumbo defensivo de Europa en momentos de gran inestabilidad internacional. De la Parte, en la actualidad eurodiputado del Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristianos) y coordinador del EPP en el Comité de Seguridad y Defensa, tiene una acreditada trayectoria que lo convierte en uno de los mayores expertos en la OTAN.
De la Parte defiende con firmeza la vigencia del organismo y la necesidad de incrementar el gasto en defensa. A su juicio, la OTAN es «la organización de defensa colectiva más exitosa de la historia» y su permanencia durante 80 años la convierte en una excepción histórica frente a otras alianzas efímeras como las de las antiguas ciudades-estado griegas. Su longevidad, dijo, se explica por tres factores clave: los valores compartidos entre sus miembros, su capacidad de adaptación a nuevas amenazas y un «liderazgo indiscutible» por parte de Estados Unidos.
En la cumbre que se celebrará entre el 24 y el 26 de junio, los aliados discutirán cómo reforzar la disuasión ante Rusia, un debate que considera urgente tras la invasión de Ucrania por parte de Moscú en 2022. Según el diplomático, Putin actuó porque no encontró una disuasión creíble ni por parte de la OTAN ni de la Unión Europea: «Si hubiésemos tenido seis o siete años antes una OTAN más fuerte, seguramente no lo hubiese hecho». Por eso, el eurodiputado defiende que la prioridad ahora es dotar a la Alianza de «los medios necesarios» para frenar cualquier aventura militar rusa futura. «Si no defendemos Ucrania hoy, mañana puede ser un país de la OTAN atacado».
De la Parte recuerda que, tras la caída de la Unión Soviética en 1991, Europa creyó que la guerra había desaparecido del continente y disfrutó de los llamados «dividendos de la paz», reduciendo el gasto militar para reforzar el Estado del bienestar. Pero la guerra de Ucrania, afirmó, ha devuelto a Europa «de forma muy cruel» a una realidad en la que la defensa vuelve a ser esencial. Esto exige que los países europeos sean capaces de defenderse no solo con Estados Unidos, sino también «sin Estados Unidos».
Respecto al papel de España en la OTAN, el exembajador asegura que nuestro país ha sido siempre visto como «serio y fiable», aunque históricamente no haya destacado por un elevado gasto militar. Donde sí ha habido un fuerte compromiso, recalca, ha sido en la participación en misiones militares y civiles. España ha estado presente en todas las operaciones de la OTAN desde su ingreso, «excepto en la última del mar Rojo, por decisión del actual Gobierno». Además, subraya que España no solo ha sido consumidora de seguridad, sino también proveedora: «Nuestros soldados tienen un reconocimiento mundial que se han ganado a pulso».
Pese a ese reconocimiento, insiste en que España debe jugar un papel mayor como potencia media. Tiene, recordó, un cometido estratégico clave dentro de la OTAN: garantizar la seguridad marítima en un eje que une Canarias, el Estrecho de Gibraltar y Baleares, especialmente hasta que Estados Unidos pudiese desplegar refuerzos en caso de un conflicto general. También apunta que España sufre amenazas que no son compartidas por otros aliados, como las que provienen del sur. Frente a estas, subraya que el país debe «dotarse de capacidades propias», ya que la mayoría de los aliados se enfrentan solo a amenazas comunes, pero no a este tipo de riesgos diferenciales.
Sobre esas amenazas del sur, explica que regularmente la OTAN fija lo que se conoce como capability targets, es decir, objetivos de capacidades negociados con cada aliado en función de sus necesidades estratégicas. En el caso español, su situación geográfica lo convierte en un «pivote estratégico» entre Europa y África, entre el Mediterráneo y el Atlántico. Esa posición, junto con la proyección exterior del país en Iberoamérica y su historia, hace de España un actor con gran relevancia geopolítica. Por ello, considera que se deben reforzar áreas como la Armada, la aviación, la fuerza submarina, las capacidades de despliegue rápido, las tropas especiales, los servicios de inteligencia y la ciberseguridad.
Uno de los temas recurrentes en el debate español sobre la OTAN es si Ceuta y Melilla están protegidas por el artículo 5 del Tratado de Washington. A este respecto, el embajador aclara que «desde un punto de vista jurídico, no» están cubiertas, al encontrarse en el continente africano y fuera del área geográfica estipulada por el tratado. Sin embargo, puntualiza que esto no significa que estén desprotegidas. La OTAN, dijo, «reconoce a cada Estado la capacidad de definir su territorio nacional, por lo que al ser Ceuta y Melilla parte integrante del territorio de España, los aliados están comprometidos a defenderlas”.
De cara a la cumbre de La Haya, consideró que la prioridad de España debe ser «contribuir a la construcción de la OTAN del futuro», con tres funciones básicas. La primera es una disuasión creíble frente a Putin, que sirva para evitar futuras agresiones. Comparó a Rusia con un «vecino del quinto que no paga la escalera, es un gamberro y atemoriza a los vecinos», pero que siempre va a estar ahí. Por eso, insistió en que Europa debe diseñar una estrategia que combine contención estratégica y confrontación selectiva. Lamenta que ni la OTAN ni la UE hayan sido capaces de diseñar una estrategia tras la caída de la URSS: «Nos hemos limitado a reaccionar a lo que hiciera Putin, y eso no es una estrategia, es una táctica reactiva».
La segunda función es acordar una nueva arquitectura de seguridad y defensa en Europa. Y la tercera, «mantener a toda costa el vínculo transatlántico», garantizando que Estados Unidos siga dentro de la OTAN. Preguntado sobre un eventual choque del Gobierno español con Washington o con la Alianza por el aumento del gasto en defensa, el embajador cree que «no se llegará a ese punto», aunque reconoció que alcanzar el 5% del PIB que propone el secretario general Stoltenberg será complicado para muchos países, entre ellos España e Italia.
De hecho, esa cifra se divide en dos partes: un 3,5% en inversiones en capacidades militares directas y un 1,5% en áreas relacionadas con la seguridad y la defensa, tales como infraestructuras críticas, ciberseguridad, movilidad militar o I+D. «Ni siquiera Estados Unidos cumple aún ese 3,5%», recordó. España, por su parte, ha dado un paso importante con el aumento presupuestario aprobado recientemente por el presidente del Gobierno, pero sigue lejos del objetivo. Aun así, cree que «no se trata tanto del guarismo final», sino de acordar un porcentaje razonable con un horizonte temporal: «En 2014 se acordó el 2% y no se ha logrado hasta 2024. Esta vez no tendremos diez años porque la amenaza rusa es inminente».
Preguntado por si España necesita aumentar su inversión en áreas críticas, respondió que «sí, pero lo esencial no es gastar más, sino gastar mejor y hacerlo de forma conjunta». Una de las grandes debilidades de Europa, aseguró, es la fragmentación en 27 mercados nacionales de defensa. Hay demasiados modelos diferentes de carros de combate, submarinos o aviones, lo que impide tener una defensa eficaz. «Gastamos más que Rusia, pero no tenemos ni su potencia de fuego ni su capacidad de ataque». Por eso, abogó por crear un mercado común de defensa, similar al agrícola o al comercial, y que España se integre en los grandes proyectos europeos desde el principio.
En su opinión, no todos los países pueden hacer de todo: habrá que repartirse las tareas, ya que solo seis o siete países europeos tienen industria propia de defensa, y aún menos poseen capacidad de proyección exterior. A corto plazo, apuntó áreas clave donde Europa debería concentrarse: más drones, mayor cobertura satelital, mejor logística y abastecimiento en vuelo, más análisis de inteligencia, artillería de largo alcance y precisión, y una defensa antiaérea. «Ahí deben ir los primeros proyectos compartidos», señaló.
Sobre si la OTAN estaría hoy preparada para una guerra de alta intensidad en Europa, el embajador fue claro: «Con Estados Unidos, sí. Sin ellos, no». Europa por sí sola aún no tiene la capacidad militar para enfrentarse a Rusia en un conflicto abierto, pero podría tenerla «en cinco o diez años». Por eso consideró que el factor tiempo es fundamental para reforzar la autonomía europea en materia de defensa.
Finalmente, descartó que Estados Unidos abandone la OTAN. Aunque reconoció que un presidente hostil podría reducir su implicación o desestabilizar la organización, recordó que con Joe Biden se aprobó una ley que impide a un presidente retirarse de la Alianza sin autorización del Congreso. Para Washington, dijo, la OTAN es un «gran negocio» que le proporciona «profundidad estratégica». Además, subrayó que en el siglo XXI «no se puede ser una gran potencia sin amigos ni aliados», algo que distingue a Estados Unidos de Rusia y China: «Los vecinos de Rusia son países atemorizados o vasallos; los de China tampoco son aliados. En cambio, EE.UU. tiene muchos aliados. Por ejemplo, en el pacífico cuenta con Japón, Corea del Sur, Australia o Filipinas, quienes solicitan más presencia militar norteamericana para contrarrestar la emergencia amenazante de china. Esto supone una gran ventaja comparativa para los EE.UU.».
Por eso, concluyó que sería un error estratégico enorme para Washington romper con la OTAN, cuya existencia sigue siendo clave para la estabilidad del mundo libre y el liderazgo norteamericano.
Fuente EL DEBATE