
Por Bolivar Balcacer
El periodismo en la ciudad de Nueva York, especialmente en el Alto Manhattan, ha experimentado un descenso en los últimos años. Este fenómeno se debe en gran parte a la mercantilización de los comunicadores y su relación con políticos que han dado la espalda a la comunidad, documentos hay que lo demuestran, su afán de búsqueda con el congresista Adriano Espaillat, con Ydanis Rodríguez, con el Consulado y todos los cónsules que llegan, con el doctor Ramón Tallaj y ahora su descolorido hijo, que decir del asalto permanente a la cartera del guayaberudo de Yomare Polanco, del desaparecido empresario Rafael Álvarez y en ese juego de peseterismo incluyen otros empresarios, artistas, políticos, escritores y todo lo que se mueve en el escenario popular. Lo peor de todo es que esos cagalitrosos que se dicen periodistas, se venden de serios cuando lo que realmente son es «tilapias de agua dulce».
Bajo el lema «el que no paga no suena», muchos periodistas y medios de comunicación incluyendo blogueros, han dejado de lado su responsabilidad de informar objetivamente y se han enfocado en promover los intereses de aquellos que les pagan, y se han agrupado en pandillas avergonzantes (cdp-NY) y para colmo de males politizados. Esto ha llevado a una pérdida de confianza en los medios y a una disminución en la calidad del periodismo, es una pena ver el comportamiento mantequilloso de José Alduey Sierra a quien últimamente se le ha ido el tiempo en chismografías sin sentido porque no tolera una critica, y lo vivimos en el encuentro conferencia que participamos, el 11 de Abril al lado de Osvaldo Santana donde le salió la pobreza mental al susodicho comunicador neoyorquino, quien últimamente a desentonado en su comportamiento cotidiano, denotando una actitud esquizofrénica y disparatosa.
Igual situación asume el destemplado Roberto Geronimo quien no solo se le va el tiempo en chismes de patio, sino en usar su lengua de saeta para detractar a los que no puede combatir con ideas, lo que le convierte en una muñeca de barrio pobre, donde prima la hipocresía y el cinismo.
La comunidad del Alto Manhattan merece un periodismo ético y responsable que informe sobre los problemas y desafíos que enfrenta, no un periodismo de estomago y por encargo que solo quiere ponerle comodines a los verdugos del pueblo. Los periodistas deben resistir la tentación de vender su voz y su pluma a cambio de beneficios económicos y deben comprometerse a informar con objetividad y veracidad.
Es hora de que el periodismo en el Alto Manhattan recupere su papel como defensor de la verdad y la justicia. Solo así podrá recuperar la confianza de la comunidad y volver a ser un pilar fundamental de la democracia.