Critica el brasileño a la UE por centrarse sólo en lo militar, olvidando la negociación para acabar con la guerra
El presidente de Brasil llega a España en visita oficial en medio de cierta polémica por sus declaraciones sobre Ucrania. Lula es gran amigo de nuestro país. Lo demostró en sus dos primeros mandatos y también en su última toma de posesión, otorgando al Rey un lugar preferente, así como por su excelente relación con la empresa española.
La «peculiar» posición de Lula con relación a la guerra, empero, ocupará parte de la entrevista que mantendrá con Sánchez, quien le va a pedir previsiblemente mayor sensibilidad hacía la UE y EE.UU. Ya antes de la campaña electoral brasileña, el petista hizo unas declaraciones que no sentaron bien en la Casa Blanca, al afirmar a Time que «Zelensky también es culpable» por haber atizado la confrontación con Putin, y criticó a Biden por no hacer nada. «No hay guerra si Biden dice que Ucrania no entra en la OTAN», afirmó en curiosa coincidencia con Trump o Kissinger.
Las relaciones de Lula con Washington se torcieron durante el mandato de Obama, a quien se acusó de favorecer la investigación del Lava-Jato, que acabó con el mandatario del PT en la cárcel. El brasileño es crítico con el papel de EE.UU. en Iberoamérica. En su reciente visita a Pekín dijo que ya está bien de que «Estados Unidos esté alentando conflictos en todo el mundo», a lo que John Kirby respondió que «Lula repite como un loro la propaganda de Rusia y China».
Ciertamente Brasil es un aliado preferente de Moscú y Beijing a través de los BRICS. El ruso Lavrov fue recibido en Brasilia hace una semana y Lula visitó China con los máximos honores hace un mes. Allí anunció que su país entra en el sistema interbancario CIPS, alternativa al SWIFT occidental, del que fue excluida Rusia. China es el principal socio comercial de Brasil. En Pekín Lula firmó 15 acuerdos con una inversión amarilla de 50 mil millones de reales, en contraposición a los 500 millones de dólares de Biden para la Amazonía. El pacto con la potencia asiática conlleva que ambas partes dejan de usar el dólar en sus transacciones. Le aplaudieron a rabiar en Beijing al decir el brasileño que no entiende «por qué todos los países estamos obligados a hacer nuestro comercio en dólares».
Lula ha propuesto un «Club de Paz» para acabar con la guerra. Entiende el envío europeo de armas, aunque Brasil ni las ha mandado ni las va a mandar, igual que la mayoría de países latinoamericanos. «Si no se habla también de la paz, se contribuye a la guerra», es su principal lema, criticando que la UE se centre sólo en lo militar, olvidando las negociaciones para la paz, antes y durante el conflicto.
Pese a las reticencias americanas y de la UE, no es previsible que España empeore su relación con Brasil. Al contrario. Somos el tercer inversor en el gigante latino, sólo por detrás de USA y China. Nuestras empresas allí no van a ser maltratadas. Así ocurrió durante los ocho primeros años del petista y así sucederá ahora. Tampoco se va a postergar a la lengua española. Lula apostó por declarar obligatorio el aprendizaje del castellano, y es un hecho que el español avanza en el país más grande y poblado de Sudamérica.