
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por Doctor Ramón Ceballo
He pensado mucho antes de escribir este artículo, pero llegué a la conclusión que mi silencio sería una señal de complicidad. Es momento de tomar decisiones, no de esconderse bajo la sombra.
La política no admite vacíos. Y lo que hoy se percibe en la República Dominicana es que, mientras la oposición ocupa todos los espacios mediáticos para golpear al gobierno, gran parte de los funcionarios del PRM parecen haber hecho un pacto de mutismo, dejando solo al presidente Luis Abinader frente a la artillería de críticas.
En política, el adversario más dañino no siempre es el que se enfrenta de frente. Muchas veces está dentro de casa, disfrazado de aliado, pero actuando con la indiferencia calculada de quien espera que el barco se hunda para luego recoger los restos.
Mientras la oposición encabezada por Leonel Fernández y Abel Martínez, junto a sus voceros, despliegan un discurso metódico para desacreditar al jefe de Estado, el oficialismo se mantiene en una pasividad cómplice. Peor aún, numerosos funcionarios parecen más interesados en preservar su proyección personal hacia el 2028 que en defender al gobierno que les abrió las puertas del poder.
La dirección del PRM luce inmóvil, más preocupada por no desgastarse que por asumir la defensa política del mandatario.
Muchos dirigentes administran sus cargos como feudos privados, la mayoría de Instituciones sus direcciones de comunicación están llenas de contrarios, muchos de ellos participan en espacios públicos presentándose como independientes, rehusando entrar al debate público donde deberían exponer los avances de esta gestión.
La mayoría de la Dirección Ejecutiva brilla por su ausencia en los momentos de mayor presión mediática.
Esa inacción no es ingenua. Es la traición silenciosa de quienes piensan que, mientras Abinader se desgasta enfrentando solo los ataques opositores, ellos se reservan como cartas intactas para un futuro relevo.
No comprenden que, con su pasividad, socavan no solo al presidente, sino al propio Partido de gobierno, que comienza a lucir como una organización sin nervio, sin disciplina y sin vocación de poder a largo plazo.
La oposición, en cambio, actúa con disciplina y constancia. Leonel Fernández insiste en que el país ha perdido el rumbo; Abel Martínez repite que reina el caos en seguridad y economía. Poco importa que los datos contradigan esas afirmaciones:
· En 2012, la pobreza afectaba al 39.7 % de la población; hoy, bajo la gestión de Abinader, se redujo al 18 %, la cifra más baja en la historia reciente.
· El turismo alcanzó un récord de más de 10 millones de visitantes en 2023, con Leonel 5,7 millones, situando a la República Dominicana como líder absoluto del Caribe.
· El subsidio eléctrico, que bajo gestiones anteriores llegó a superar los US$1,500 millones anuales, se ha reducido de manera significativa gracias a un control más estricto y a inversiones en generación.
En materia de seguridad, durante el último gobierno de Leonel Fernández (2008-2012) el país tenía una tasa de homicidios de 23 por cada 100 mil habitantes, mientras que en 2024 ronda el 9.5, con tendencia a la baja pese a la crisis regional de violencia.
Sin embargo, al no haber una defensa firme desde el PRM, esas narrativas opositoras terminan instalándose como verdades en la conciencia colectiva.
El plan para desacreditar a Abinader avanza, no por la fuerza de sus críticos, sino por la debilidad de los suyos. Un gobierno que no defiende su obra cede la narrativa.
Y si el presidente continúa librando esta batalla en solitario, corre el riesgo de que no sea la oposición quien lo derrote, sino la deslealtad interna.
Si los dirigentes y funcionarios del PRM no entienden que su deber político y moral es respaldar los logros de esta administración, no merecen acompañarlo ni un día más en el poder.
Y si el presidente no exige compromiso total, el costo político lo pagará él, mientras el beneficio lo recogerán quienes hoy callan, calculando fríamente su salto al 2028.