
El líder de la junta militar que gobierna la nación sudasiática, Min Aung Hlaing, viajó este jueves a Bangkok para asistir a una cumbre regional.
El número de muertos por el devastador terremoto que sacudió Myanmar la semana pasada -así como partes de Tailandia y del sur de China- ha superado los 3.000, según ha informado este jueves la junta militar que controla ‘de facto’ el país. Las ONG se afanan por proporcionar asistencia sanitaria y refugio a los supervivientes de las zonas más castigadas, mayoritariamente localidades rurales del centro del país con un difícil acceso logístico y cuyos habitantes ya vivían en condiciones paupérrimas.
El seísmo de magnitud 7,7 del pasado viernes -uno de los mayores en un siglo en este país asolado por una guerra civil- derribó miles de edificios y destruyó carreteras e infraestructuras en varias regiones. Al menos 3.085 personas han muerto, 4.715 han resultado heridas y 341 están desaparecidas, según ha informado el Ejército en un breve comunicado. Los reportajes de los medios de comunicación locales estiman cifras de víctimas más elevadas que las de la junta militar, aunque las coberturas periodísticas en la antigua Birmania son complejas debido a la situación política.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dicho tras una evaluación inicial que cuatro hospitales y un centro de salud han quedado completamente destruidos, mientras que otros 32 hospitales y 18 centros de salud habían sufrido daños parciales. «Con la infraestructura comprometida y el aumento del número de pacientes, el acceso a la atención sanitaria se ha vuelto casi imposible en muchas de las zonas más afectadas», ha dicho la agencia de Naciones Unidas. «Miles de personas necesitan urgentemente atención traumatológica, intervenciones quirúrgicas y tratamiento ante los brotes de enfermedades», aseguran, advirtiendo de que el cólera supone un riesgo especial.
Al menos 1.550 rescatistas internacionales operaban hoy, jueves 3, junto a ciudadanos locales, según el Ejército al mando. Hasta 17 países han enviado suministros y equipos de rescate. El terremoto ha agravado una crisis humanitaria ya de por sí grave, con más de tres millones de personas desplazadas de sus hogares y casi 20 ya necesitadas antes de la catástrofe, según la ONU.
Myanmar, en guerra civil tras la etapa de Suu Kyi
Los militares de Myanmar arrebataron el poder en 2021 al Gobierno de la primera ministra Aung San Suu Kyi, quien fue denunciada ante la Corte Penal Internacional por su genocidio contra la minoría musulmana de los rohingyas. Dicho golpe de Estado que ha desembocado en una brutal guerra civil.
En 2016, el Ejército y la Policía desataron una vasta operación de limpieza étnica contra los rohingyas del estado meridional de Rakhine, perpetrando ejecuciones extrajudiciales y violaciones en masa, destruyendo aldeas y convirtiendo en refugiados a cientos de miles de birmanos autóctonos. La mayoría huyo a la vecina Bangladesh, de mayoría musulmana.
Ante la preocupación de que los combates en curso pudieran obstaculizar los esfuerzos de ayuda, el Ejército declaró este miércoles un alto el fuego temporal, hasta el 22 de abril. Los grupos rebeldes paramilitares también habían anunciado una pausa en los combates tras la catástrofe. La Junta afirmó que tomaría las medidas «necesarias» contra los grupos si aprovechaban el alto el fuego para reagruparse, entrenar o lanzar ataques.
Por otra parte, la televisión estatal anunció que el líder de la junta, Min Aung Hlaing, abandonaría Myanmar el jueves para asistir en Bangkok a una cumbre regional de países del sur de Asia. Su asistencia prevista a la cumbre BIMSTEC -confirmada por el Ministerio de Asuntos Exteriores tailandés- supone un excepcional viaje al extranjero por parte del dictador. Desde que tomó el poder, ha sido condenado al ostracismo en la región y es objeto de sanciones occidentales, así como de una orden de detención de la Corte Penal Internacional (CPI).