
Las redes sociales, los teléfonos móviles y el mediatismo de la política ha llevado a una transformación la forma de hacer campañas.
Tener cuadros políticos en cada barrio, sector, municipio y mesa electoral no es suficiente, pues la inducción del electorado hacia una determinada decisión a través de la publicidad juega un papel sumamente importante.
Sin embargo cada pez debe navegar en sus aguas y la clase política comete el error, que a veces les cuesta la campaña, de pensar que ellos mismos pueden manejar sus redes y su publicidad. Al hacer esto terminan cometiendo los siguientes errores:
DESCONOCIMIENTO DEL PÚBLICO OBJETIVO: Cuando es el mismo político que maneja sus redes termina ensalzando su propia figura y se olvida que el mensaje debe agradarle al público no asi mismo.
INCOHERENCIA: Un publicista experto elabora una campaña con una estructura definida y un plan y norte a seguir. El político ante el desconocimiento termina variando las cosas según los ataques que reciba en medio del calor de la campaña, si él mismo maneja todo.
IMPROVISACIÓN: Toda campaña publicitaria política debe estar precedida por un estudio científico estadístico o sea una encuesta de trabajo. Si no se tiene eso a mano simplemente se dan palos a ciegas, ya que la publicidad no se sabe siquiera a dónde va dirigida.
EXCESO DE PUBLICIDAD: poca publicidad es muy malo, pero demasiada es peor. Los políticos piensan que saturar los medios con sus mensajes le es favorable, pero no es así. Cuando se sobre satura el medio llega un punto en que el político hastía el electorado y cuando en verdad toca enviar un mensaje trascendente la gente no le presta atención.
Daygorod Fabián Sánchez