Historia de José Sámano
La Francia de Mbappé ya tiene cita con la Argentina de Messi. Dos bicampeones del mundo frente a frente el próximo domingo en Lusail. Y con el gran icono del siglo futbolístico y quien más sugiere que será su heredero. Por el camino, la selección gala despertó a Marruecos, un equipo que ha dejado huella en Qatar, donde se ganó con creces el derecho a soñar. Una selección que durante un largo tramo del encuentro compitió con todo lo que tiene y más frente al campeón.
De inicio, mudó Marruecos, a la que Walid Regragui forró con tres centrales. Tan retorcido es el maldito fútbol que al cuarto de hora dos de sus centuriones ya la habían pifiado. El primero, El Yamiq. El defensa del Valladolid se pasó de frenada ante Griezmann, la jugada se embrolló y Theo Hernández resolvió el barullo con un acrobático gol. Lo que nadie había conseguido en cinco partidos, batir a Marruecos —un gol en contra, en propia puerta de Aguerd —, ya lo había festejado Francia. Y lo hizo antes de empezar a jugar, porque al 1-0 no le dio tiempo a ser hijo del juego. Tocaba examinar a la selección africana remar contra corriente. Y contra el campeón del mundo, lo que intimida a cualquiera, máxime a un equipo aprendiz en una semifinal mundialista. Llegado el segundo acto, Marruecos no se arrugó, dispuesta al do de pecho costara lo que costara. El equipo se exprimió como un limón con una explotación conmovedora de todos sus recursos, incluso de los que no tiene.
De entrada, el equipo de Regragui sí que notó la sacudida de Theo. Y casi se le recrudece el tembleque cuando otro central, el capitán Saiss, se tragó un brinco de la pelota y Giroud estampó el balón en el poste a la derecha de Bono. Sin casi nada, la selección de Didier Deschamps ya ganaba y estremecía a su rival, apenas liberado por un disparo combado de Ounahi que desvió Lloris.
A Regragui no le quedó más opción que operar a los 20 minutos. Y no por los patinazos de sus zagueros, tan impermeables durante todo el torneo. Saiss, que ya contra Portugal tuvo que retirarse calzado en una camilla, pidió el relevo. El seleccionador aprovechó el turno del cambio para rectificar la pizarra. Se acabó el tendal con los tres centrales y vuelta al 4-3-3.
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Gancho en el área
También Deschamps alteró el formato francés. Ausente Rabiot por un problema vírico, el técnico galo optó por Fofana y por coser el medio campo con éste a la izquierda de Tchouameni y Griezmann a su derecha. Nada del 4-2-3-1 que tanta panorámica daba a Griezmann, uno de los candidatos al MVP del campeonato. Con menos radar, más sujeto a la posición de volante, un Griezmann menos radiante, con menos peso en el partido. Ataques de entrenador.
No fluía la Francia sin Rabiot y una rebaja de Griezmann, pese al buen criterio de Tchouameni. De paso, al campeón le costaba enchufar a Mbappé y Dembélé, los ventiladores. A Francia, tan segura, le cuesta más gestionar los partidos que ganarlos. Con lo justo, antes del descanso se procuró una doble ocasión derivada de una doble asistencia de Tchouameni. Primero enfiló a Mbappé, que llegó a superar a Bono, pero un zaguero tiró de escoba bajo el larguero. El rechace llegó de nuevo al madridista, clínico otra vez, que dejó a Giroud a una falange del 2-0.
Poco a poco comenzó a competir Marruecos, animada tras una estupenda chilena de El Yamiq al poste derecho de la meta de Lloris. La selección del Atlas se soltó, aceptó el reto de ser fulminada a la carrera por Mbappé o Dembélé y decidió cercar con cuanto podía la meta francesa. Lloris se llevó más de un aviso. Su equipo, sometido por el ahínco rival, no tenía el hilo suficiente con Mbappé, cuando a eso apostaba encapotada. Cuando irrumpió el fabuloso velocista parisino, Amrabat y Dari le mandaron a la lona sin miramientos. El árbitro mexicano César Ramos se hizo el lonchas.
Ziyech agitaba el ataque marroquí, Amrabat sostenía el tinglado en el gabinete del medio campo y Ounahi daba armonía al juego. El segundo acto era de Marruecos. Lo advirtió Deschamps, que retiró al goleador Giroud para que Mbappé probara si estaba más a gusto como ariete. Thuram hizo entonces de extremo por la izquierda. Marruecos sacaba el colmillo en cada asalto, en cada disputa. Pero le falta gancho en el área ajena, justo lo que distingue a la Argentina de Messi, la Francia de Mbappé o la Inglaterra de Kane.
Con los Mbappés todo es más fácil. El auténtico, el de Francia, se inspiró en el minuto 79. Tres regates diabólicos dentro del área, donde los normales sienten vahídos al ver tanto cocodrilo, y su remate lo selló Kolo Muani. El delantero del Eintracht llevaba unos segundos en el campo. Con Mbappé cualquier instante es bueno. Messi le espera el domingo. A Marruecos le esperan los merecidos honores de una hinchada que le aupó hasta el infinito. Parte de la portada de este Mundial siempre será marroquí.
Fuente EL PAÍS