EDITORIAL
La mejor paz duradera es no haciendo la guerra, ya que estas solo son personas que se despellejan, solo por mantener el ego político y se retrotraen para mantener a todos bajo su control político.
Las guerras, no importan los motivos, deben evitarse, porque con ellas no solo se pierden vidas y se destruyen las grandes estructuras en los países donde estas se producen, las cuales son cada día más violentas, donde no se respetan los derechos ciudadanos.
Existen conflictos bélicos, que más que guerras toman otros caracteres, debido a la crueldad con que son manejadas, como son la actual guerra israelí contra los palestinos y la guerra rusa contra Ucrania, siendo estos los dos conflictos más temerarios que se libran hoy día.
El arrinconamiento de los gazatíes y otros sectores palestinos, para así luego ametrallarles en nombre al derecho a su defensa, eso tiene otro nombre. Nombre que ni las organizaciones internacionales de paz, como la de las Naciones Unidas y otras instituciones, han podido detener y mucho menos hacer que se respete a la población civil.
La muerte de un sin número de personas, en su mayoría niños, por la falta de alimentación, situación que debería ser castigada con el peso de la ley y, además obligarles a reconstruir este territorio y pagar por daños y perjuicios a los sobrevivientes de este sufrido pueblo.
El destrozo de los hospitales, escuelas, universidades y otras instituciones, con las cuales imposibilitan el desarrollo humano, esto no tiene nombre, como tampoco tienen nombres aquellos países que han permitido o facilitan dicho malestar, haciéndose cómplices de la destrucción colectiva.
Ucrania, Palestina, Israel y otros territorios necesitan la paz, pero no la que viene de palos.