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Por Becker Márquez Bautista
La historia política de la República Dominicana no puede contarse sin abordar dos males endémicos que han moldeado su destino: la corrupción y el fraude electoral. Lejos de ser fenómenos aislados, son pilares de un sistema clientelar que ha persistido a través de caudillos, dictaduras y democracias aparentes, convirtiendo el servicio público en un medio para el enriquecimiento y el ejercicio del poder en una farsa de legitimidad.
Las Raíces Históricas: Del Caudillismo al Fraude Estructural
La corrupción y el fraude tienen una genealogía profunda que se remonta al siglo XIX. Figuras como Buenaventura Báez no solo hipotecaron la nación con empréstitos fraudulentos (como el escandaloso Loan Hartmont), sino que sentaron el precedente de que el Estado era un botín personal.
Esta dinámica alcanzó su punto culminante y más siniestro durante la dictadura del Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina (1930-1961). Detractores e historiadores críticos señalan que bajo su régimen la corrupción se institucionalizó plenamente en la República Dominicana, ya que Trujillo se convirtió en el dueño de facto de la economía nacional mediante monopolios y la apropiación de activos públicos, mientras que las elecciones se reducían a meros simulacros. Un hecho clave de su propaganda fue el pago total de la deuda externa en 1947, un logro presentado como la restauración de la soberanía económica. No obstante, los críticos argumentan que este acto, al permitirle tomar el control total de las aduanas, consolidó su poder absoluto, facilitando la desviación masiva de recursos nacionales para su beneficio y el de su clan, sin fiscalización internacional.
La Post-Trujillo y la Era Balaguer: El Fraude como Ciencia Política
Tras la caída de Trujillo, la corrupción y el fraude se adaptaron a los nuevos ropajes democráticos. La figura del Dr. Joaquín Balaguer es fundamental en este capítulo oscuro.
El Fraude de 1978 (El «Fallo Histórico»): El Ejército interrumpió el conteo de votos ante una inminente derrota de Balaguer frente a Antonio Guzmán (PRD). Aunque la presión internacional obligó a respetar la victoria presidencial, el fraude logró alterar el resultado legislativo, asegurando a Balaguer una mayoría en el Senado que obstaculizó el gobierno de Guzmán.
El Fraude de 1994: Considerado el fraude más notorio de la era moderna, ocurrió cuando la oposición (liderada por el Dr. José Francisco Peña Gómez) denunció la manipulación del padrón y la desaparición de actas. La crisis resultante forzó un pacto (el Pacto por la Democracia) que recortó el mandato presidencial a dos años y prohibió la reelección consecutiva, marcando un hito en la lucha contra la trampa electoral.
El Fraude Silencioso: Usar y Descartar al Electorado
Existe un fraude más sutil y cruel que la manipulación de las urnas: el engaño sistemático a la base electoral. Los partidos movilizan a sus militantes y al pueblo con promesas de inclusión, trabajo digno y participación en el cambio, solo para, una vez alcanzado el poder, descartar a quienes sudaron la bandera y dedicaron su tiempo. Negar el acceso a oportunidades y espacios de trabajo a quienes lucharon en las calles es una estafa política que desmoraliza al votante, traiciona el espíritu democrático y convierte al electorado en una herramienta desechable. Este uso cínico del capital humano es, en esencia, una extensión del fraude electoral, pues roba el valor de la confianza y el esfuerzo ciudadano.
La Corrupción en el Siglo XXI: Sobornos, Desfalco y el Robo a la Seguridad Social
Con la consolidación de la democracia después de 1996, el fraude electoral se volvió más sofisticado, pero la corrupción política floreció de manera exponencial, convirtiéndose en el principal desafío de la nación.
«La corrupción se detiene en la puerta de mi despacho.» Esta es la lapidaria frase atribuida al Dr. Joaquín Balaguer, utilizada para responder a sus opositores cuando estos cuestionaban los persistentes actos de corrupción durante sus gobiernos.
El Expediente de los Super Tucano: La Compra con Soborno
El escándalo de los aviones «Super Tucano» se inscribe en la lista de los desfalcos que evidenciaron la penetración de la corrupción internacional. La compra de ocho aviones militares a la empresa brasileña Embraer se vio empañada por la revelación de que se habían pagado 3.5 millones de dólares en sobornos a funcionarios, militares y empresarios dominicanos. Este caso no solo supuso un golpe al erario por la sobrevaluación de equipos de seguridad nacional, sino que demostró la existencia de una red que traficaba con la defensa del país a cambio de enriquecimiento personal. A pesar de los intentos iniciales de absolución, el caso se mantiene en los tribunales, sirviendo como un doloroso recordatorio de la impunidad histórica.
El Caso Odebrecht: Este escándalo global evidenció la corrupción sistémica, al revelarse que la constructora brasileña pagó 92 millones de dólares en sobornos para obtener contratos de obras públicas (2001-2014).
La Operación Calamar: Considerada por muchos como el desfalco más grande en la historia reciente, esta operación acusa a exfuncionarios de un esquema que presuntamente sustrajo más de 41 mil millones de pesos del erario.
El Escándalo SENASA: Las recientes investigaciones sobre «graves irregularidades» en el Seguro Nacional de Salud (SENASA) representan un caso de corrupción que ataca el corazón de la ciudadanía: la seguridad social. Estos escándalos demuestran que la codicia no respeta ni los fondos destinados a la salud de los más vulnerables.
La Paradoja de la Impunidad Actual:
Recientemente, se han denunciado varios casos de supuesta corrupción en el gobierno actual. A pesar de la vigorosa campaña que pregona la independencia del Ministerio Público, esta institución ha dado muestras de mirar hacia otro lado en los casos que involucran a la actual administración. Esta inacción mina la confianza pública y demuestra que el pacto de impunidad trasciende los colores partidarios.
En Conclusión: El Desafío de la Honestidad Institucional y el Voto Consciente
La historia dominicana es un ciclo interminable donde el fraude garantiza el poder y la corrupción financia la impunidad. Ambos han creado una cultura política donde se penaliza la honestidad y se recompensa la habilidad para «el cubear».
La verdadera transformación democrática no consiste solo en cambiar de partido en el Palacio Nacional, sino en desmantelar la estructura de impunidad histórica que permite a los políticos continuar estafando al pueblo con falsas promesas. Hay quienes confunden sus funciones: el quehacer político y ser un servidor público van indisolublemente de la mano con la ética y el servicio.
Por ende, el pueblo dominicano tiene el deber ineludible de reflexionar profundamente para saber a quién o a quiénes elegirá en el proceso electoral del 2028. La batalla por la honestidad es la batalla final por la República Dominicana.







