Por Christian Paniagua
¡YA ME LIBERÉ!
¡Declaro que soy el mejor novelista de la bolita del mundo! ¡Sí! Yo, que me exijo estar entre los mejores o me quito del oficio… ¡Aleluya! ¡Makajai!huaidan ¡Coño, qué bien se siente! Ni las caricias de las once mil vírgenes se le compara: Todo gracias al Enano.
A un libro pequeño. Chiquito, pero grande para la causa. ¡Off course! Me topé con el insigne redentor entre los cuentos de Rafael Peralta Romero —escritor de valía que a nadie mira por encima del hombro— y sabe por dónde sopla el viento cuando de narrar se trata.
¡Chucha madre! Cuánta verosimilitud en un cuento corto —porque eso de Cien cuentos enanos es el gancho—. Pesca de publicidad para el genio. Y qué bueno cará… Cuentos enanos. Santa medicina ante la caterva de letras, tesis, sentencias y postulados que el sistema nos obliga a leer, cada día, y,nada más cuando doran la píldora accede uno con gusto a la verdad de las mentiras que proclamó Vargas Llosa.
Ah, los escritores, el cuento de la página 19, encendió mis fueros y ¡para qué te cuento! ¡Libre al fin! Me zafé del qué dirán… ¡Fuera demonios! ¡Adiós máculas! ¡Hipócritas de la chingada, abul! De frente sonríen y de espalda apuñalan. Critican y salpican heces sobre el que a rudas penas publica. Demasiada maldad: genética en unos, pero en otros, el veneno fluye por encargo y si no despotrican se les ve tristes, agotados. Sin argumentos —ante una buena obra— se guardan, se amotinan: incapaces deopinar, se tragan elogios que a poco los indigestan, y sufren… en silencio.
Perdónalos, Señor —a pesar de que saben lo que hacen— y sí vale castigar a quien ladre a la vuelta del camino; Yo, y un grupo de bandiditos de la escuela musical, cantando, en victoria hacia la satisfacción personal, anunciamos que, más temprano que tarde, publicaremos lo que nos salga del forro, de día, de noche y a capela y el que venga atrás que arree.
Luego —proclamo— en nombre de los de abajo -reitero- los hipócritas del corral son asesinos de escritores. A Ellos dejamos los premios, decoro para inseguros ¡buen provecho! Los dineros y la “fama” también. Claro, en contra de la voluntad común, pues el dinero se necesita hasta para entrar al Cielo, pero vale admitir que los criticones son muchos, demasiados.
José Ingeniero en su tratado «El hombre mediocre» los describe plenos, los delata.
Yo disfrutaría mucho si, en el cuento de Peralta Romero (al del tercer piso de la universidad) –mala fe en potencia-que echa fango sobre la escritora María Magdalena; quelas pulgas de mil camellos egipcios se le alojaran en el ano, y que Alá le achique los brazos y las uñas, para que jamás pueda rascarse.
¡Señor, escucha mis ruegos! ¡Dios de Espinosa, obra! ¡Qué cual merecen les vaya! ¡Qué Jesucristo los bendiga, qué Buda los ilumine, qué Alá les muestre el camino y Satanás los reclame a todos, enteros, si no se corrigen.
¡Sí, mal nacidos! ¡Huyan por sus almas innobles, macacos! Ustedes que entraron a la universidad y la universidad no entró en ustedes, revísense; desalojen ese país de cuatro pisos que desanimó a Vianco Martinis, ilustre y mejor intencionado, se fue, y con él partió la oportunidad del escritor, de TODOS… menos la mía que estuvo guardada en el patio de mi casa hasta que la desenterró un bendito Enano –con permiso de Caperucita–aclaro, y al que ahora me cuesta pagarle, no así al que le dio vida al personaje (su agente) a ese le pagaré cantando a dúo, en un karaoke…
Posdata:
El pájaro vivo come hormigas…
Al pájaro muerto se lo comen las hormigas.