
Por Dionicio Hernández Leonardo
Hoy, como cada mañana, saqué mis ojos a pasear por el parque; las fieras de acero aún dormían y el caos aún no sale a las calles.
…y vi un pequeño árbol encaramado sobre una roca. Lo contemplé con asombro y le pregunté ¿Qué haces ahí? No dijo nada, solo movió sus hojas, pero no lo entendí; mis ojos, sí, ellos sí saben qué hace allí.

Seguí mis pasos con mis ojos distraídos. Tal vez pensativos. Tal vez cansados. Tal vez preocupados. Tal vez indignados.
Traté de caminar callado para no despertar los coños, los diablos y las maldiciones que se pelean dentro de mi cuando se acuerdan de los malvados y los desgraciados que están matando al país. Pero, mis ojos se resistían permanecer en silencio, y me trajeron un pensamiento que agoniza en mi memoria. Me recordó a mi pueblo, Jarabacoa, que también agoniza por la culpa de los malvados y los desgraciados.
Jarabacoa se muere, está muy herido, la última puñalada se la dieron en Manabao. Yaque del Norte trajo la evidencia y la tiró en el pueblo para que todos la vieran; sangre y lágrimas convertidas en lodo, que brotó del bosque por los árboles talados para abrir trochas y espacios para sembrar cemento y acero, para sembrar turismo insostenible, el cementerio de un pueblo donde una vez dormía Dios.
Jarabacoa pide auxilio. El pequeño árbol sobre la roca no bajará si no hay consecuencias y Medio Ambiente vaya en auxilio de su familia; seguirá allí hasta que Dios vuelva a dormir en Jarabacoa.
Pero Dios solo volverá cuando retornen los colibríes, cuando vuelvan a plantar los árboles arrancados, cuando vuelvan a crecer y florecer las madreselvas que muestran los caminos para bajar al río, cuando la rana calcalí vuelva a cantar por las noches anunciando la paz del bosque, volverá cuando el ecoturismo sea sostenible, volverá cuando la esperanza se convierta en primavera y vuelva a ser eterna, volverá cuando los políticos locales se llamen Jarabacoa y dejen de llamarse Yo, volverá cuando el arte y la cultura nos haga libres y nos llamemos hermanos. En fin, Dios volverá a dormir en Jarabacoa cuando el verbo luchar se haga carne.
Jarabacoa pide auxilio ¿Alguien lo escucha?