
Días después de las masacres de Hamas en el sur de Israel, una cifra récord de reservistas –unos 300.000– se presentó al ejército. Destruir al grupo islamista y rescatar a los rehenes fueron dos de los objetivos que fijó el gobierno de Netanyahu, y a ellos se alineó la gran mayoría de los israelíes. Pero, tras más de 600 días de invasión y masacres israelíes en Gaza, y con 56 conciudadanos aún en territorio palestino, ese consenso se está resquebrajando. La grieta se profundizó el 18 marzo, cuando Israel rompió el alto el fuego y luego –el 5 de mayo– invadió la franja, para lo que convocó a decenas de miles de reservistas.
Hoy algunos de ellos, junto a exmilitares, encabezan un reclamo: que la coalición ultranacionalista de gobierno priorice a los rehenes, incluso a expensas de poner punto final a su “guerra” en Gaza, una postura que apoyan 7 de cada 10 israelíes, según encuestas recientes. Más de 10.000 miembros en activo o retirados de distintas ramas de las fuerzas armadas han firmado cartas abiertas, entre ellos Guy Poran, que se ha sumado al sonoro llamamiento de 1.200 pilotos de la Fuerza Aérea.
“No podría servir en un ejército que sostiene un régimen de apartheid, comete crímenes de guerra y un genocidio”
“En este punto, la ofensiva solo sirve a intereses políticos y personales, no a la seguridad. Seguir con la guerra llevará a la muerte a los rehenes, a soldados israelíes y a muchos civiles inocentes”, reza el texto que Guy saca de su mochila durante las protestas de cada sábado en Tel Aviv.
Mientras se desliza entre la multitud, este veterano de 69 años no para de saludar a la gente. Detalla que los pilotos tienen prestigio en la sociedad israelí y que eso fue lo que les motivó a publicar su demanda. Aunque la carta no pide explícitamente no servir en las fuerzas armadas, Guy sostiene que “cada vez más gente encuentra formas de no ir, incluso sin declararlo”. El ejército evita dar cifras, pero medios locales miden la tasa de asistencia en un 60%, lastrada no solo por el creciente repudio a los ataques, sino también por razones laborales o familiares. “Los soldados deben preguntarse: ¿cuál es el objetivo de todo esto? Debemos no ir a luchar y no poner en riesgo la vida de rehenes y soldados por la supervivencia del Gobierno. No es lógico ni es moral”, sentencia Poran.
Quien sí ha compartido su decisión de dejar de servir es Yuval Ben Ari. Admite que le genera un sinfín de contradicciones y, por ello, insiste en “la seguridad de Israel”. Él primero quiso “ayudar” como asistente voluntario de las comunidades atacadas por Hamas y luego, pese a estar exento por superar los 40 años, se alistó en su unidad de infantería. Sirvió en Líbano, y también en Gaza, la primera vez entre noviembre y diciembre del 2024.
Aunque sintió que era “su deber” para “aliviar la carga de muchos soldados que estuvieron 200 o 300 días”, Yuval asegura que pronto se sintió “conmocionado” por la destrucción israelí de Gaza. Y en su segunda rotación, después de que Israel retomara con brutalidad sus ataques en marzo, con un cerco alimentario, solo duró una semana y pidió ser relevado de sus funciones. Al volver prometió “no servir bajo este Gobierno”, al que califica de “ilegítimo” porque “no tiene la confianza del pueblo”.
Cuando camina por la llamada plaza de los Rehenes, este exreservista se detiene en las imágenes de los secuestrados –Inbar Hayman “es vecina mía”, dice–; también observa las pegatinas de soldados caídos y remarca que “nadie puede ignorar las imágenes que llegan de Gaza”. “En los últimos dos meses, este Gobierno ha estado haciendo cosas malas, pidiéndole al ejército bombardear objetivos que no son de calidad, abandonando a nuestros rehenes. La mayoría de la sociedad israelí se opone a seguir la guerra por buenos motivos: los secuestrados y los crímenes de guerra que se están cometiendo ahora”, concluye.
A diferencia de Guy o Yuval, Sofia Orr representa a la reducida y joven generación que se opone a la ocupación y a esta invasión en Gaza. A inicios del 2024 fue la segunda adolescente desde el 7-O en declararse refusenik , es decir, una objetora de conciencia que rechaza el servicio militar obligatorio. Si bien le costó tres meses de prisión y el repudio de varios allegados, defiende que “era mi deber moral” porque “no podría servir en un ejército que sostiene un régimen de apartheid, que comete crímenes de guerra, opresión y ahora un genocidio”.
Sofia se sabe parte “de una voz muy minoritaria” en Israel porque, más allá de reconocer un aumento del rechazo, “mucho de esto responde a los rehenes y no a luchar contra la deshumanización [de los palestinos] y por un futuro de verdad”. Para ella, ese futuro pasa por “alzar la voz contra la violencia” y “promover la cooperación judía-palestina”, como hizo hace poco al participar en la conmemoración de la nakba en Beit Jala (Cisjordania), junto a activistas israelíes y palestinos. Muchos la llaman “desagradecida” e “ingenua” por “pensar que se puede hablar con los palestinos”. “Yo les digo que ellos son ingenuos por creer que pueden intentar una y otra vez usar más violencia y que eso va a tener un resultado diferente al de los últimos 80 años –concluye–. No hay solución militar a un problema político”.
Fuente LA VANGUARDIA