Por Francielis Díaz-Mateo
El docente es pilar en la formación de los alumnos, no solo en el ámbito académico, sino
también su desarrollo personal. Estos se enfocan en brindar una excelente educación y facilitar
el proceso de enseñanza-aprendizaje tanto en el aula como fuera. Sin embargo, al contrario de
lo que se cree sobre un docente, este no es solo un mero transmisor de conocimiento académico,
ya que a menudo se encuentra en situaciones con los alumnos, donde debe intervenir como
instructor o consejero sobre ámbitos actitudinales y personales, entre otros casos.
Por otro lado, está la influencia de los maestros en los estudiantes. Una pregunta para
reflexionar en cuanto a las consecuencias que surgen al pensar en la importancia del
comportamiento ante el entorno social ¿De qué manera sus acciones dentro y fuera del aula
transforman la sociedad? Hemos visto, que en cada espacio de la sociedad existen ciertos
códigos a seguir para mantener la reputación e integridad de ciertas instituciones o sociedades,
sus acciones deben ser cautelosas, puesto que sus alumnos, lo observan y analizan su
comportamiento, por ejemplo: si un maestro, seguido de finalizar una clase, se encuentra frente
a una discoteca ocasionando conflictos y agravaciones al público, no estaría dando un buen
ejemplo de valores y comportamiento a los alumnos, ya que estos, tomarían por bien visto
dichas acciones, lo que ocasionaría jóvenes con descontrol, afectando el buen funcionamiento
de la sociedad.
Dicho lo anterior, un buen docente debe mostrar características positivas como manejo
emocional, valores, tolerancia a la diversidad, entre otros aspectos de crecimiento personal;
aunque esto es complejo de sobrellevar, debido a condiciones socioeconómicas o culturales.
Con esto no se quiere inferir que un docente deba fusionar su vida personal con el ámbito
laboral, pero sí mantener un perfil adecuado. No obstante, es complejo y requiere un gran
esfuerzo, cumplir dichas expectativas, donde un profesor llega a encontrarse desde 30-45
estudiantes en un aula, lo que conlleva muchas veces un desgaste psicológico, emocional y
físico.
En conclusión, la labor docente es admirable, ya que guía a las nuevas generaciones en su
desarrollo integral dentro de un entorno social, cultural y académico. Al formar ciudadanos
útiles y productivos, el educador se convierte en una pieza clave para construir una sociedad
próspera y armoniosa, en la cual cada individuo pueda alcanzar su máximo potencial y
contribuir al bienestar común.