Por Yanitzia Canetti
La autora es escritora Cubano-Americana, reside en Boston
Cada vez que he regresado a un lugar que me deslumbró la primera vez, temo que ese enamoramiento no sea tan intenso en mi segunda visita. Y así suele ser, por lo general. Pero con Cibao Atlántico me ocurre lo contrario, ¡cada vez estoy más enamorada de esta zona litoral de la República Dominicana!. Creo que es ya un amor para toda la vida.
No puedo creer que la mirada del mundo entero no esté volcada hacia esta región prodigiosa del Caribe. Es que no le falta nada: tiene una variedad de playas increíbles, cada una es única en su tipo, tiene además montañas boscosas, valles verdes, ríos que serpentean hasta la costa, manglares que parecen bordados naturales, lagunas generosas, humedales que refrescan la vista y por si no fuera poco, hasta zonas semiáridas con plantas coloridas suculentas.
Los paisajes de Cibao Atlántico son una maravilla y nos reafirman que la vida es bella. Si a eso le sumas, la prosperidad ganadera y agrícola, el hecho de haber sido el primer asentamiento europeo en las Américas, la cantidad de recursos renovables, la biodiversidad y el ser el punto más cercano de República Dominicana a Estados Unidos, además de encantadora se vuelve una zona ventajosa para vivir e invertir.
Yo he venido aquí como escritora, buscando un lugar que me inspire para crear aquí un retiro creativo para escritores de todo el mundo. Pero también vengo invitada por el Consorcio Empresarial Cibao Atlántico y su presidente Rafael Danilo Guzmán, o Danilito, como lo llamamos sus amigos. Como también soy empresaria, quiero ser parte y apoyar los esfuerzos visionarios de su equipo de trabajo empeñado en desarrollar una zona tan maravillosa como esta, que me recuerda tanto mi país, Cuba.
Esta tierra es ideal para tener una vida más sana, plena y genuina. Aquí se puede venir a trabajar de manera remota, se puede invertir en viviendas y en negocios, y se puede vivir mucho mejor que en el primer mundo. Tiene de todo lo que necesita un ser humano: aire puro, sol todo el año, brisa fresca, naturaleza que canta, alimentos de verdad, sin químicos ni aditamentos, y gente muy buena, alegre y trabajadora que genera comunidades amables y divertidas. Y si echo de menos una ciudad populosa como Boston, tengo dos aeropuertos internacionales cerca, Puerto Plata y Santiago, y dos puertos, Puerto Plata y Manzanillo. ¿Qué más se puede pedir para vivir una vida consciente y sin estrés?
No existe nada mejor que el Caribe, eso no es noticia, pero esta región del Caribe no tiene precio, la verdad. Como me dijo mi hermano Alexis después de bucear en Cayo Arena, «¡olvídate de Europa y de todo lo que conoces, mi hermana, la vida está aquí!»