
Por: Román Polanco

¿Por qué desasosiego? Pues, dado que un buen estado de salud mental mantiene a las personas en una fase de bienestar emocional, social y psicológico para poder manejar el estrés… la situación actual de los individuos particulares en el país es todo lo contrario; las personas andan llenas de ira, confusiones, desesperaciones y otras afecciones que les mantienen alterados y sin control.
Las situaciones diarias sobrepasan su estado emocional y cualquier sobresalto, inquietud o estimulo mal direccionado los conducen a ciertos desequilibrios que van desde simple afecciones emocionales hasta trastornos médicos muy delicados y que requieren tratamiento.
En ese sentido es donde se observan las carencias de un sistema de salud con múltiples deficiencias que van desde lo económico hasta los recursos humanos. El sistema de salud mental de Ministerio de Salud Pública de la República Dominicana destina menos de 1% de su presupuesto a casos trastornos mentales.
Con pocas capacidades médicas para los tantos casos, y sobre todo una población que no acepta o desconoce su estado de salud agrava más la situación. Una expresión popular común del dominicano es “yo no estoy loco para ir al médico”, lo que se traduce en más casos por confirmar.
Igualmente, luego del efecto post-pandemia Covid-19 los casos de salud mental han ido en crecimiento considerable, dado que el encierro obligatorio por toque de queda, el aislamiento y el poco contacto fuera de su entorno personal, lo individuos se han encerrado en un estado de ansiedad y comportamientos que muestran un grado de discapacidad funcional, llevando mayores casos de trastornos depresivos, bipolaridad y esquizofrenia según la carga en cada caso.
Según estudios recientes por médicos especialistas más de un 64% de ellos considera que la población dominicana desconoce sobre los trastornos de salud mental. La estigmatización social contribuye a este mal, pues las personas no visitan o consultan especialistas para no ser sujetos de burlas o el arraigo de ser tildado de enajenados mentales o un paciente psiquiátrico por usar este tipo de tratamiento médico.
También volver a tomar en cuenta que los sistemas de salud o ARS no priorizan, ni dan cobertura a las áreas de consulta y atención para la salud mental.
En conclusión, la salud mental en República Dominicana tiene un futuro preocupante, con una alta prevalencia hacia mayores trastornos y un desafío significativo para las autoridades médicas, por los carentes servicios de calidad, la estigmatización, la poca cobertura en las aseguradoras, la escasez de camas y atención psiquiátrica con personal especializado, la casi nulidad de tratamientos para afecciones mentales y un sin número más de causas pocas venturosas para las personas con estas necesidades.
Los desafíos para las autoridades son aún mayores, pues se requiere mayor presupuesto para estos casos, mayor inversión en educación al respecto, la creación de una unidad para abordar, prevenir y dar seguimiento a los casos y sobre todo una política pública dirigida a mejorar el ya existente Plan Nacional de Salud Mental poco usado o casi nulo.






