
La inflación escala al 2,7% en junio en Estados Unidos

La economía estadounidense vive pendiente del efecto de los vaivenes arancelarios de Donald Trump en sus principales indicadores, pero sobre todo en uno: la inflación. El dato correspondiente a junio se dio a conocer este martes, y se esperaba con expectación como la prueba más ajustada hasta el momento de lo que la errática y agresiva política comercial del presidente estadounidense está provocando en los bolsillos de los consumidores y en las esperanzas de un aterrizaje suave de su economía.
Pues bien, el dato fue malo: el índice de precios subió hasta el 2,7% en el pasado mes con respecto al año anterior, según las cifras publicadas por la Oficina de Estadísticas Laborales, dependiente del Departamento de Trabajo. La inflación subyacente, esa que no tiene en cuenta los volátiles precios de los alimentos y la energía, fue del 2,9%. Ambos datos coinciden con las previsiones de los analistas.
Estos −que acertaron que la inflación interanual subiría con respecto al 2,4% de mayo un notable 0,3%, el mayor incremento en cinco meses− habían advertido de la importancia del dato de junio, porque interpretaban que esta sería la primera lectura en la que los aranceles iban a dejarse sentir realmente, tras meses de amenazas, idas y venidas y cambios de opinión en el último minuto. Los economistas consideran que el impacto de esos vaivenes sobre la inflación se había retrasado hasta el momento, por la previsión de las empresas de vender inventarios previos a su entrada en vigor y por las dudas a la hora de trasladar los costos más altos al precio que pagan los consumidores. El dato de junio indica que ese trasvase ya ha comenzado.
La medición llega tras los buenos datos de empleo de junio, y una semana después de que Trump renovara sus planes de impone tasas a la importación a decenas de países, a los que dejó saber sus intenciones por carta. Además del arancel universal del 10% que impuso mientras duraba una tregua en la guerra comercial que ha quedado ampliada hasta el 1 de agosto, están ya en vigor los gravámenes sectoriales, el 50% que afecta al acero y el aluminio −y que lo hará en unas tres semanas también sobre el cobre−, y el 25% al sector del automóvil.
Algunos de los bienes más sensibles a la imposición de gravámenes vieron como subían sus precios: de los muebles y suministros para el hogar (un 1% más) a los juguetes (1,8%) y la ropa (0,4%). Los precios de los coches nuevos cayeron, por su parte, un 0,3%. La gasolina se encareció un 1% en junio y la electricidad, un 1 %, mientras que el gas natural lo hizo un 0,5%.
“Es en el precio de los bienes, y en su aumento en electrodomésticos, ropa y juguetes, donde se demuestra que los aranceles se están trasladando al consumidor. Para el resto, llevará más tiempo”, explica Ryan Sweet, economista jefe para Estados Unidos de Oxford Economics, en un análisis que concluye los productos expuestos a esos aranceles se encarcieron casi un 1% intermensual, más del doble que en mayo.
Presiones a Powell
La cifra del 2,7% se sitúa aún más lejos del 2% del objetivo de estabilidad marcado por la Reserva Federal. El comité de política monetaria del banco central estadounidense, cuyo doble mandato pasa por contener la inflación y aspirar al pleno empleo, se reúne en un par de semanas y los inversores dan por hecho que mantendrá los tipos de interés en el nivel actual del 4,25%-4,50%, pese a las persistentes presiones y desagradables amenazas a su presidente, Jerome Powell, por parte de Trump y de su entorno.
El presidente estadounidense disfruta llamando al funcionario del banco central “El Tardón Powell” por su negativa a tocar los tipos y su tendencia a aplicar el mantra de “esperar y ver” antes de tomar decisiones. En declaraciones recientes, Trump ha dicho que la Fed debería bajarlos “tres puntos”, toda una exageración que no respalda ningún analista.
Powell, que fue nombrado por el republicano en su primer mandato, tiene garantizado su puesto hasta mayo de 2026, pero ya han comenzado los castings para sustituirlo, además de una campaña para forzar su salida por el sobrecoste ocasionado en las obras para renovar la sede de la Fed. Presupuestadas en 1.900 millones de dólares, han acabando costando 2.500 millones.
En ese contexto de bronca política e incertidumbre económica, las probabilidades implícitas en el mercado de futuros sobre fondos federales dan por hecho que los tipos se mantendrán en la reunión del 30 de julio, pero aventuran como lo más esperable una primera rebaja de 0,25 puntos en la del 17 de septiembre.
Fuente EL PAÍS