Claudio Caamaño Vélez
Amaury Germán Aristy tendría hoy 75 años si no hubiese caído aquel 12 de enero de 1972. Pienso qué sería de él en este momento… Pero también se me ocurre pensar qué sería de nosotros si jóvenes como él no lo hubiesen dado todo en la lucha por un mejor país.
Amaury estaba bien claro de que la muerte era una posibilidad real; pero también estaba convencido de que la lucha de ellos no terminaría con su muerte física. Que sería continuada por futuras generaciones, que levantarían su bandera y avanzarían; pues la lucha no termina con la muerte, sino con la victoria.
Él expresó una vez: ‘‘La naturaleza social del hombre le otorga la posibilidad de perpetuarse, de vivir eternamente, si su lucha forma parte de la acción del género humano por su emancipación, puesto que a su muerte física le sobrevivirá su acción vital. Por este motivo, cada revolucionario debe contemplar el hecho probable de su muerte como un accidente de una lucha que ha de sobrevivirle en la continuación de la acción hasta la victoria’’.
Nosotros estamos llamados a seguir esa lucha, tal vez con otras armas, pero con la misma determinación y el mismo objetivo.
La acción vital de Los Palmeros, de Caamaño, de Amín, y de miles de hombres y mujeres que aportaron sus vidas a este proceso, continúa hoy. Sobre nuestros hombros ha de pesar su sangre. Estemos dispuestos a abrazar esa bandera, y si es preciso, estemos listos a dar el mismo sacrificio.
¡Vivan Los Palmeros!: Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo Pérez, Bienvenido Leal Prandy (La Chuta) y Ulises Cerón Polanco.
Desde la distancia en el tiempo, un saludo a quienes desde el fondo de una cueva supieron elevar más alto que el cielo la dignidad de nuestro pueblo.
¡Vivan Los Palmeros!