
POR FRANKLIN MIGUEL
SAN FRANCISCO DE MACORÍS
El Partido Revolucionario Dominicano (PRD) se está terminando de desmoronar. Su presidente y mi compañero, el ingeniero Miguel Vargas Maldonado es el gran responsable de lo que hoy día se presenta ante la sociedad política como un partido más que débil, agonizante.

Desde que el compañero Miguel Vargas tomó la presidencia de nuestra entidad, al parecer lo hizo atendiendo a sus apetencias personales, y no pensando en lo que bien pudo haber sido el buen futuro de un partido cuyos traumas históricos ya sus bases comenzaban a despejar.
Sin embargo, no fue así. Tan pronto conforme fueron pasando los días, desde la presidencia de nuestra organización se comenzaron a tejer maniobras en contra de aquellos dirigentes cuyos ideales no comulgaban con los del presidente ni con quienes estaban más de cerca de él.
Fue tanto así, que a la prensa se comenzaron a filtrar informaciones sobre el mal manejo que de acuerdo a lo publicado en sus momentos, dejaban un mal sabor, y cuyos matices les daban a la sociedad dominicana en su conjunto, un claro mensaje del alto grado de desunión que ya comenzaba a aflorar.
Recordemos la negativa de Miguel a darle cumplimiento a las directrices emanadas de nuestro Comité Ejecutivo Nacional (CEN), así como de la falta de respaldo a un Hipólito Mejía, el cual cuando fue Presidente de la República, le dio todo su apoyo, razón por la cual el hasta el momento presidente de nuestro PRD pudo hacer un brillante papel al frente del Ministerio de Obras Públicas.
Tanto así, que fue desde ese importante estamento del Estado, desde donde Vargas Maldonado comenzó a inflar su liderazgo, el cual y desde nuestra óptica política, se vio truncado tan pronto a este se le fue el olfato de la unidad para renegar de los principios y postulados que durante toda su vida enarbolara nuestro compañero y líder histórico, el doctor José Francisco Peña Gómez.
No se sabe cuál fue el momento exacto, que al ingeniero Miguel Vargas, se le metió en la cabeza el despótico deseo de dirigir un partido a su imagen y semejanza, lo cual, hoy por hoy nos presenta como una organización que está a punto hasta de perder su reconocimiento e identidad legal ante la Junta Central Electoral (JCE).
Todo esto por pretender manejar una organización política, en cuyas bases solo se escucha un solo grito, y es la renuncia de este a la presidencia de nuestro PRD, para de esta manera poder inyectarle algún tipo de medicamento a este nuestro partido, el cual para nadie es un secreto que prácticamente se encuentra agonizante.
No es verdad, que nuestro partido esté juramentando nuevos miembros. Nadie en su sano juicio puede creer semejante disparate, pues sería loco aquel que viéndonos en las fatales condiciones en la que nos encontramos, va a venir a levantar su mano para venir y hacerle un coro a Miguel, cuyo único ideal que este tiene, es continuar el espinoso camino que poco a poco nos está llevando como organización a un callejón sin salida.

Miguel debe y tiene que dejar la presidencia del PRD, para que sean nuestras bases las que decidan el futuro seguir de cara al 2024. Nuestra más alta dirigencia, pero sin Miguel como timón, deben de arribar a progresistas acuerdos ya sea a lo interno como a lo externo para poder así revitalizarnos, pero eso sí, sin los traumas y las desconsideraciones a la que quienes no hemos comulgados con sus apetencias e ideales nos han sometidos de manera insistentes.
A la presidencia del PRD debe de llegar una persona que tenga, aunque sea un poco parecido el perfil político de nuestro inmenso Peña Gómez, como bien lo podría ser el mismo Rafael Vásquez (Fiquito) o un Junior Santos, esto así solo por mencionar uno o dos nombres entre los tantos valiosos compañeros que desde el banco se encuentran boquiabierto en espera que lo que se observa como una dictadura, se termine de convencer de que ya su tiempo pasó.

Ahora bien, y es un clamor que a grito y por debajo de la mesa están clamando muchos de los dirigentes medios y altos, y es la posibilidad de un reencuentro con nuestros hermanos del Partido Revolucionario Moderno (PRM), lo que al final podría garantizar la unidad de toda la familia peñagomista, algo que nadie en su sano juicio podría descartar, pues a final de cuenta, somos hijos de un mismo padre.
Sin embargo y mientras tanto, los Partidos de la Liberación Dominicana (PLD) y el mismo PRM, están más que satisfecho, complacidos, al ver a la otrora gigantesca fuerza política derrotada por las apetencias de una cúpula a la que solo le ha interesado el uso y el desuso de nuestros símbolos y el nombre de nuestro líder Peña Gómez, para en sus momentos sacar ventajas a través de cargos públicos de primerísimo orden, como sucedió en la pasada administración gubernamental.
Mientras por un lado el PLD a través de los gobiernos representados tanto por el doctor Leonel Fernández como por el licenciado Danilo Medina, se encargaron de hacer de nuestro partido un ente improductivo al servicio única y exclusivamente del Partido morado, en el PRM se ríen con la última muela de atrás cuando miran nuestro descalabro para sacarnos en cara la muy manida y dolorosa frase: «te lo dije» refiriéndose claro está al mismo Miguel Vargas y sus compartes.
Como expresáramos en líneas anteriores, es una necesidad preocupante que el susodicho deje el partido en paz, y se retire a disfrutar de sus cuantiosos vienes, esto así para beneficio no solo de la misma entidad a la que pertenecemos, sino de la democracia misma de nuestro país.
De Miguel Vargas Maldonado no hacerles caso a los múltiples llamados que por diferentes vías se les hacen para que por lo menos nos permita un respiro para aspirar el olor de la democracia interna, en el próximo certamen electoral hasta corremos el riesgo de perder nuestro reconocimiento, lo que ahondaría a un más nuestro pase para ser candidato a nuestra desaparición total como partido.
De manera pues, que estamos ante una terrible situación, la cual nos amenaza con cada segundo que pasa para concluir de manera acelerada, un ciclo que todavía no nos merecemos concluir, todo esto por la tozudez y la falta de inteligencia política de un hombre que junto a su camarilla han secuestrado a un partido que da sus últimos coletazos en el espectro político nacional.
El autor es dirigente del PRD en Estado de Massachusetts, Estados Unidos