El sueco, compitiendo sólo contra sus propios récords, se convierte en el segundo hombre en revalidar el título olímpico de pértiga
No es fácil llegar a los Juegos Olímpicos y jugar solo. Armand Mondo Duplantis (Lafayette, Estados Unidos, 1999) ya se ha acostumbrado a ello, en los últimos años. El sueco lleva varios dominando el salto de pértiga con una superioridad insultante. No le importa mucho, ir a la suya. En una noche por recordar, ha establecido un nuevo récord mundial de salto de pértiga con seis metros y 25 centímetros, superando su anterior marca, superándose a sí mismo. Dejando claro que quizás juega solo, pero sigue igual de animado que el primer día. En la final olímpica de hoy, por momentos parecía ausente, como distraído, sentado en el banco esperando a que los demás participantes fueran fallando. Se ha limitado a dar tres saltos de protocolo a 5’80, 5’90 y 6 metros, consciente de que su reto era intentar batir su propio récord mundial en el mejor escenario posible. Iba mirando cómo los demás fallaban, como un jubilado mirando unas obras. Sabía que su reto empezaba cuando los demás ya trajeran chándal.
Hijo de un saltador de pértiga estadounidense de Luisiana, tierra donde hay muchos apellidos franceses como el suyo ya que formó parte del Imperio francés, y una atleta sueca, en Mondo se ha convertido en apenas el segundo atleta de la historia al ganar por segunda vez el oro a salto de pértiga, igualando al norteamericano Bob Richards, quien lo hizo en 1952 y 1956, antes de hacerse pastor protestante e intentar ser presidente de Estados Unidos con un partido político que hacía poco tufo de racismo. Por suerte Richards no era tan bueno como con la pértiga.
En Mondo ha logrado lo que ni el legendario Sergei Bubka logró, ya que el ucraniano que dominó este deporte durante más de una década ganó el oro en 1988 como soviético, pero falló de forma sorprendente en Barcelona en 1992 cuando todo el mundo daba por sentado que se impondría. El sueco no ha ofrecido ninguna duda, en su segundo periplo olímpico. Con su cara de poeta francés despistado, con esta pose de aquellos niños que juegan solos en el patín porque tienen un gran mundo interior, ya era campeón olímpico con apenas tres saltos. El estadounidense Sam Kendricks y el griego Emmanoyul Karalis han intentado sin suerte superar los seis metros, bajo la mirada del sueco. No lo han logrado, reservando una plaza en el podio junto a un Duplantis que ahora sí, podía atacar el récord olímpico, en manos del brasileño Thiago Braz desde el 2016 con seis metros y tres centímetros. El sueco esperó el final de los 800 metros femeninos, mirando con atención la última recta, por primera vez pidió ayuda a los 70.000 aficionados marcando un ritmo con las manos y en su cuarto salto, estableció un nuevo récord olímpico con 6’10 . Llevaba cuatro saltos y ya había dado historia.
Fuente Olympics