
León XIV preside su primera Misa de Navidad y «Urbi et Orbi» poniendo en primer plano a los refugiados de la franja dentro de su clamor por la paz
León XIV arrancó sus primeras Navidades como Pontífice con una preocupación subrayada por la crisis humanitaria que atraviesan los gazatíes
Es habitual que, en un día como el de ayer, la bendición «Urbi et orbi» desde la Logia central de la Basílica de San Pedro venga acompañada de un discurso en el que el Papa radiografía la maltrecha salud de la paz en todos los rincones del planeta, repasando uno a uno los enclaves donde se ven amenazados especialmente los derechos humanos a golpe de guerra. Así lo hizo el primer Papa norteamericano de la historia, en un análisis supervisado por la diplomacia vaticana.
Lo que no es tan común es que un Obispo de Roma cite de manera explícita en una homilía pronunciada desde el baldaquino de Bernini una realidad concreta. Más aún en el marco de una efeméride clave para la Iglesia católica como el nacimiento de Jesús de Nazaret.
«El Verbo ha establecido su tienda frágil entre nosotros», dijo en referencia a Cristo. Y justo después, añadió: «¿Y cómo no pensar en las tiendas de Gaza, expuestas desde hace semanas a las lluvias, al viento y al frío, y a las de tantos otros desplazados y refugiados en cada continente, o en los refugios improvisados de miles de personas sin hogar en nuestras ciudades?».
Y es que, la ONU calcula que hay cerca de 800.000 desplazados en la franja con una emergencia alimentaria adosada que afecta a más de 1,5 millones de personas. Ante esta situación, apenas una parte de las 300.000 tiendas de campaña necesarias se han podido distribuir, dos meses después del alto el fuego.
«Frágil es la carne de las poblaciones indefensas, probadas por tantas guerras en curso o terminadas, dejando escombros y heridas abiertas», entonó Robert Prevost en un templo repleto de fieles para asistir a una eucaristía que ni Benedicto XVI ni Francisco celebraban en público. Ambos presidían la tradicional Misa del Gallo en Nochebuena y centraban toda la atención el 25 de diciembre en el mensaje «Urbi et orbi». León XIV retomó ayer la Misa de Navidad y fue ahí cuando puso en primer plano el sufrimiento de la población de Gaza, que está siguiendo muy de cerca. De hecho, el 23 de diciembre conversó por teléfono con el padre Gabriel Romanelli, el párroco de la única iglesia católica en la zona.En su clamor contra la guerra, el Pontífice aprovechó para presentar como víctimas a los jóvenes «obligados a tomar las armas que, estando en el frente, advierten la insensatez de lo que se les pide y la mentira que impregna los rimbombantes discursos de quien los manda a morir».
Frente a ello, compartió que la paz comienza «cuando la fragilidad de los demás nos atraviesa el corazón, cuando el dolor ajeno hace añicos nuestras sólidas certezas». «La paz de Dios nace de un sollozo acogido, de un llanto escuchado; nace entre ruinas que claman una nueva solidaridad, nace de sueños y visiones que, como profecías, invierten el curso de la historia», proclamó el Papa León XIV.

En su homilía, expuso la necesidad de promover una Iglesia «misionera» que no esté «al servicio de una palabra prepotente», que «ya resuenan por todas partes», sino de «una presencia que suscita el bien, que conoce su eficacia, que no se atribuye el monopolio». No resulta baladí que, al abordar esta cuestión, defendiera «la renovación del Concilio Vaticano II» como una llamada a caminar «juntos con toda la humanidad, sin separarnos nunca de ella». Sobre todo, teniendo en cuenta las voces de grupos eclesiales, especialmente durante el pontificado de Francisco, que cuestionaban y cuestionan las reformas conciliares, sean en materia litúrgica o en el ámbito de la doctrina social.
Concluida la Misa de Navidad, Robert Prevost se dirigió a la Logia de las Bendiciones, en la que pronunció sus primeras palabras como Papa el pasado mes de mayo para retomar su invitación a la humanidad para trabajar por una paz desarmada y desarmante. A las doce en punto de la mañana, León XIV hacía su aparición ante una Plaza de San Pedro algo desangelada por la lluvia, que hizo que la presencia de fieles fuera menor que en otras convocatorias similares. Según datos facilitados por la Santa Sede, se calcula que unas 26.000 personas siguieron en directo la bendición papal.
«Al hacerse hombre, Jesús asume sobre sí nuestra fragilidad, se identifica con cada uno de nosotros: con quienes ya no tienen nada y lo han perdido todo, como los habitantes de Gaza», expresó en otra referencia directa al sufrimiento de la población de la franja. Y no sé quedó ahí. Además, incluyó en su intervención un poema del fallecido escritor israelí Yehuda Amijai, en el que anhela que la paz no sea «la de un alto el fuego ni la de la visión del lobo junto al cordero, sino la del corazón cuando se acaba la agitación y hablamos de un gran cansancio». Se trata de la primera vez que un Papa menciona el texto de un creador hebreo en una bendición «Urbi et Orbi».
Con una mirada más universal, el Pontífice agustino lanzó la siguiente plegaria: «Al Niño de Belén imploramos paz y consuelo para las víctimas de todas las guerras que se libran en el mundo, especialmente aquellas olvidadas; y para quienes sufren a causa de la injusticia, la inestabilidad política, la persecución religiosa y el terrorismo».
A la par, el Papa mostró su solidaridad con «quienes padecen hambre y pobreza, como el pueblo yemení», con los migrantes que «cruzan el Mediterráneo o recorren el continente americano», así como las víctimas de otras lacras sociales como el desempleo, la explotación laboral y «quienes están en prisión y a menudo viven en condiciones inhumanas». «Abrir nuestro corazón a ellos es abrirlo al mismo Jesús, quien nos invita a compartir su paz y amor», comentó.
Ante este panorama, además de reclamar un mayor compromiso de los líderes políticos, de los Estados y de los organismos internacionales, León XIV apeló a la «responsabilidad» de cada ciudadano para acabar con la actual escalada bélica. «Si cada uno de nosotros, a todos los niveles, en lugar de acusar a los demás, reconociera ante todo sus propias faltas y pidiera perdón a Dios, y al mismo tiempo se pusiera en el lugar de quienes sufren, fuera solidario con los más débiles y oprimidos, entonces el mundo cambiaría», apuntó. «Cada uno de nosotros puede y debe hacer lo que le corresponde para rechazar el odio, la violencia y la confrontación, y practicar el diálogo, la paz y la reconciliación», insistió en su intervención.
Para León XIV, «Jesucristo es nuestra paz, ante todo porque nos libera del pecado y, luego, porque nos indica el camino a seguir para superar los conflictos, todos los conflictos, desde los interpersonales hasta los internacionales». «Sin un corazón libre del pecado, un corazón perdonado, no se puede ser hombres y mujeres pacíficos y constructores de paz», remarcó.
Fuente: La Razón







