
Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
Por Marisela Gutiérrez
No escribo para agradar, escribo para que despierten
Es profundamente preocupante ver cómo algunos padres, luego de cometer errores, condenan a sus propios hijos como si fueran los culpables de sus desgracias.
Demuestran una crueldad desgarradora hacia un ser que ellos mismos trajeron al mundo, mostrando su falta de afecto y responsabilidad sin el más mínimo remordimiento.
El desinterés y la falta de cariño de algunos padres no solo dejan huellas, sino que abren heridas difíciles de sanar.
Para algunos hijos, ese abandono despierta el deseo de comprender y buscar respuestas; para otros, lamentablemente, solo siembra un odio profundo y doloroso.
Los padres deben entender una verdad inevitable: lo que no se paga en llanto, se paga con suspiro.
No hay castigo más triste que ver a un hijo asumir que su propio padre fue su verdugo.







