
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg y la Presidenta del Consejo de Ministros de Italia, Giorgia Meloni
“Ningún comando de la OTAN ni en Florencia ni en ningún otro lugar”. Así se llama el comité que, desde hace días, promueve movilizaciones contra la presencia cada vez mayor de tropas estadounidenses en Italia. En este caso, se trata de una nueva base militar, que se activaría en la Toscana, exactamente en Rovezzano, un populoso suburbio de la capital de la región, Florencia. El lugar para albergar el cuartel general de la División Multinacional Sur (Mnd-S) de la OTAN, o el mando de la División Sur de las fuerzas terrestres de la Alianza Atlántica, ya está preparado, pues se trata del cuartel Predieri.
Desde 2019, el cuartel alberga una gran unidad militar operativa del ejército italiano, que sería “reentrenada” con habilidades de guerra adicionales y transformada en la base militar más importante del sur de Europa. Un territorio estratégico, el de Florencia, para los intereses geopolíticos del lado sur de la Alianza Atlántica, por diversas razones.
Este cuartel está próximo a Camp Darby, una base militar del ejército italiano, donde están estacionadas y operan unidades militares estadounidenses, ubicada en la finca Tombolo en el municipio de Pisa. Es el depósito de armas más grande de Estados Unidos fuera de sus fronteras. La base, anteriormente llamada USAG Livorno, se reorganizó como un sitio satélite de la Guarnición del Ejército de los Estados Unidos en Italia (USAG), que tiene su sede en Vicenza, y se renombró en 2015 Comunidad Militar Darby (DMC). Incluye el propio Camp Darby, el depósito de Livorno y el depósito de municiones de Pisa del ejército de los Estados Unidos.
La base de Camp Darby nació en 1951 a raíz de un acuerdo entre Italia y EEUU, mediante el cual se entregaron mil hectáreas de bosque de pino toscano al ejército estadounidense para la construcción de la base militar. Florencia también está cerca del puerto de Livorno y del aeropuerto militar de Pisa, pero también de la base militar italiana de Coltano. En Coltano, se han retomado los planes para destinar una amplia área verde a un centro de usos múltiples de 70 hectáreas, reasignando las funciones de varios departamentos de los carabinieri en un territorio ya fuertemente militarizado.
Y también se han retomado en Coltano las protestas contra la base, lo que supondría un importante gasto de dinero público: 19 millones de euros, tomados del Fondo de Desarrollo y Cohesión. El conflicto en Ucrania ha dado un nuevo impulso al complejo militar-industrial, poniendo al día la industria nacional.
Hay al menos 8 misiones nacionales de la UE y de la OTAN entre el Estrecho de Sicilia y el Mar Egeo en las tareas de vigilancia de los migrantes. Una elección que contrasta con las declaraciones de los gobernantes europeos sobre la llamada “emergencia de los flujos migratorios”. Un informe del Consejo de Derechos Humanos, respaldado por Naciones Unidas, lo denunciaba recientemente: «al apoyar financieramente a las fuerzas armadas libias», a las que entrena, y «al financiar la interceptación y detención de inmigrantes» -decía el informe-, «la Unión Europea debe ser responsabilizada» por los abusos contra los migrantes.
En los últimos años, Libia se ha convertido en un punto de tránsito para millones de personas de diferentes nacionalidades que intentan llegar a Europa. Desde la firma del Memorándum Italia-Libia en 2017, más de 100 millones de euros han llegado a la guardia costera libia en entrenamiento y equipamiento. Mil millones de Italia y la UE para las diversas misiones en Libia y en el Mediterráneo. Insuficiente según los rescatistas voluntarios en barcos de ONG salva-vidas. Desde 2017, más de 100.000 personas han sido devueltas tras ser interceptadas por la Guardia Costera de Libia en aguas del Mediterráneo central.
Italia, como todos los estados miembros de la UE, necesita petróleo y gas de Libia, un país que las fuerzas occidentales desestabilizaron al matar a Gaddafi en 2011, y que ahora tiene tres “gobiernos”. Meloni firmó recientemente un acuerdo de $ 8 mil millones entre Eni, la compañía nacional italiana de hidrocarburos, y la Corporación Nacional del Petróleo de Libia, para la explotación de un yacimiento de gas en alta mar frente a la costa de Trípoli.
Seguiendo las directivas de la OTAN y la Unión Europea, Italia no reconoce al gobierno libio dirigido por el Primer Ministro Fathi Bashagha, que controla la mayor parte del territorio y los recursos energéticos de Libia, y que opera en un camino paralelo desde las ciudades de Syrte y Benghazi porque las milicias del gobierno de Dbeibah le impiden entrar en Trípoli. Bashagha estaría dispuesto a ofrecer a Italia, cuyas importaciones de gas libio han caído de unos 8.000 millones de metros cúbicos por año antes de 2011 a unos 2.500 millones en 2022, gas y petróleo a precios bajos. Italia, sin embargo, se niega.
Además, se estima que, de 2015 a 2022, la Unión Europea gastó entre 93 y 178 millones de euros para reforzar las fronteras terrestres y marítimas de Túnez. A ello hay que sumar un tramo final de 105 millones. Una tendencia que ciertamente no disminuirá con el llamado “plan Mattei” para el desarrollo de África, lanzado por Meloni: «con una nueva intención de colonialismo enmascarado», según los activistas que, en Roma, se reunieron en una “contracumbre” en un espacio ocupado por migrantes (Spin Time Labs), y organizada por Mediterranea Saving Humans. Mientras tanto, en la Farnesina una veintena de representantes de los países del “Mediterráneo ampliado” discutieron sobre energía y flujos migratorios con Giorgia Meloni.
Fuente Resumen Latinoamericano