
Margarita Robles, Ministra de Defensa de España.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha vuelto a cargar contra España por su negativa a elevar el gasto en Seguridad y Defensa hasta el 5% del Producto Interior Bruto (PIB), tal y como se estableció —con una declaración ambigua que da flexibilidad a su interpretación— en la última cumbre de la OTAN en La Haya. Anoche, el líder republicano, durante una reunión en el despacho oval de la Casa Blanca con su homólogo finlandés, afirmó que la Alianza Atlántica “debería expulsar” a España de su alianza de defensa mutua por haberse desmarcado de aquel compromiso. Unas declaraciones que abren un interrogante: ¿es posible expulsar a un país de la OTAN como sugiere Trump?
La respuesta es no. El Tratado del Atlántico Norte, firmado en 1949, no contempla ninguna fórmula para expulsar a alguno de sus miembros. Lo que sí permite es la retirada voluntaria. Está recogida en el artículo 13, donde se detalla que pasados veinte años de vigencia del Tratado —algo superado con creces— “cualquier de las partes” podrá dejar de pertenecer a la Alianza un año después de haber notificado su renuncia ante Estados Unidos, que debe informar al resto de gobiernos aliados de cada notificación de retirada. No hay en el Tratado ninguna otra referencia a una hipotética expulsión, por lo que no existe en los textos fundacionales ninguna cláusula que permita a Estados Unidos, o cualquier otro país, forzar la salida de otro aliado.
Desde el Gobierno, por el momento no han querido entrar en el choque directo contra Trump. En la mañana de este viernes fuentes de Moncloa se limitan en señalar que España “es un miembro de pleno derecho y comprometido con la OTAN”. “Y cumple con sus objetivos de capacidad tanto como Estados Unidos”, añaden las mismas fuentes gubernamentales. En el Gobierno no entran tampoco en valorar si Estados Unidos puede seguir aumentando su presión a España para que eleve el gasto militar a través de otras medidas como la presión diplomática. Lo que sí señalan es la enorme presencia de las Fuerzas Armadas en las capacidades de la OTAN, con una notable representación en misiones internacionales, especialmente en el flanco este frente a la amenaza de Rusia.
Es precisamente ahí donde está el punto que facilitó que España —tras un cruce de cartas entre el secretario general, Mark Rutte, y el presidente Pedro Sánchez— firmase la última declaración. Una especie de exoneración que daba a España “la flexibilidad para determinar su propio camino soberano”, siempre y cuando cumpliese con las capacidades militares que exige la OTAN.
Los objetivos de capacidades, que constan en un documento secreto por razones obvias de seguridad, se revisan cada cuatro años. Se diseñan en función de escenarios plausibles, atendiendo a la geopolítica del momento. El último, vigente hasta el 2029, pone el foco en el ciberespacio, las amenazas híbridas y la desinformación, sin olvidar la amenaza rusa en el flanco este. De lo que se trata es de que cada país cumpla con unidades terrestres, apoyo logístico, defensa aérea, sistemas de inteligencia o reservas de munición, entre un sinfín elementos para hacer frente a las amenazas de manera cohesionada. España está convencida de que es capaz de cumplir con esas capacidades destinando un 2% de su PIB a Defensa. Una cifra que no convence a Trump.
Fuente LA VANGUARDIA