Por Miguel SOLANO
En el centro mismo de la capital Quisqueyana, en la Francisco Moreno esquina Ave. Sarasota, en Bella Vista, operó, por mucho tiempo, el restaurante «Chino de Mariscos». Yo lo conocí porque el comandante Norge Botello me llevó a él. Yo preparaba mi maleta para irme a estudiar «Economía Agrícola» en el Instituto de Estudios Agrícolas de Mutigliano, Lucas, Italia. Norge y yo tuvimos siempre una maravillosa amistad y antes de marcharme me brindó una cena y me regaló 30 dólares para el viaje.
Ese día la prensa escrita amaneció muerta y silenciosa. En una página sucia e inleible apareció la noticia de que en el restaurante El Chino de Mariscos habían degollado a uno de sus propietarios. A ninguna autoridad se les ocurrió investigar el hecho. Bastó con difundir la leyenda de que «el chino que juega y no puede pagar pierde, con mucha honra, el cuello».
A partir de ese momento, la sangre, bailando como espíritu, se hizo dueña del local y todos los negocios se hundieron.
Luis Abinader asumió la Presidencia y Miriam Germán la Procuraduría. Empezó la persecución en contra de los negocios relacionados con Odebrecht. La leyenda dice que uno de los imputados, con mucho vínculos con los sectores diabólicos, se le ocurrió la idea de crear un centro para la prédica al maligno y conseguir su protección. El lugar seleccionado fue el conocido centro del degolle, donde cada noche el cuerpo sin cuello se pasea gimiendo diabólicos cantos.
Los negocios del Diablo prosperan como lluvia de lodos. En el antiguo Chino de Mariscos se instaló la corporación religiosa «Soplo de Vida». Y allí el hombre sin cuello multiplica el oro y todo el infierno les ha caído encima a los pacíficos residentes de Bella Vista. Los periódicos se han hecho eco de la noticia, pero entre los residentes crece el consenso de que sólo el fuego puede expulsar al Diablo que allí habita.
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