![](https://prensaygente.com/wp-content/uploads/2024/06/Rafael-Narbona-e1719751538159.jpg)
Por Rafael Narbona
(Los conceptos emitidos en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor)
Joe Biden no ha acabado con ninguno de los grandes males de EEUU: la desigualdad, el desamparo sanitario, la venta libre de armas, el belicismo, el poder de los lobbies. Su apoyo a Israel en el genocidio perpetrado contra la población civil de Gaza le ha convertido en cómplice de una violación masiva de los derechos humanos. Solo hay un argumento para votarle: Trump, un delincuente convicto y un obsceno propagador de bulos, es mucho peor.
Algunos se escandalizan de que el futuro del mundo se debata entre un candidato senil y un demagogo sin escrúpulos, pero lo cierto es que el poder real no está en la Casa Blanca, sino en el complejo militar-industrial, los bancos, las compañías de gas y petróleo, las empresas tecnológicas, los fondos de inversión, las aseguradoras médicas, los especuladores inmobiliarios y la industria farmacéutica.
EEUU no es una democracia, sino una sociedad secuestrada por la oligarquía económica. Trump y Biden solo son dos peones de una pantomima donde el ser humano ha sido rebajado a simple mercancía. La derecha europea lleva años intentando convertir a la UE en una réplica del modelo americano: privatizaciones, recortes de derechos y libertades, salarios raquíticos, escandalosos beneficios empresariales.
La victoria de Trump solo agravará esta tendencia. La ultraderecha le considera un referente y se apoyará en su éxito para impulsar su agenda.
Como ha advertido Noam Chomsky, «la supervivencia de la democracia está en juego». Yo matizaría la frase: «la supervivencia de la democracia -o lo que queda de ella- está en juego». Una sociedad desinformada y embrutecida se ha convertido en el mejor aliado de demagogos como Trump, Abascal, Meloni, Orban, Le Pen o Bardella.
Se ha dicho que los buenos libros no sirven de nada, pero yo creo que si se leyera más a autores como Bertrand Russell, Albert Camus, Aramburu, Jon Sobrino, José Luis Sampedro, Francisco Javier Irazoki o Cesare Pavese, la barbarie no prosperaría con tanta facilidad.