
Pekín se dispone a exhibir su músculo militar con nuevas versiones de sus misiles hipersónicos, armas casi imposibles de interceptar que afianzan su superioridad en el pulso tecnológico frente a un rezagado Estados Unidos
La maquinaria militar china no descansa, y su próxima gran exhibición de fuerza podría estar a la vuelta de la esquina. Pekín se prepara para un posible desfile militar en el que podría desvelar nuevas y avanzadas variantes de su arsenal hipersónico, consolidando así su ventaja en una carrera armamentística de alta tecnología. Las miradas se centran en dos sistemas de misiles que podrían redefinir el equilibrio estratégico en el Pacífico: una versión aérea del YJ-21 y una actualización del ya temido DF-17.
De hecho, una de las novedades más esperadas es la versión lanzada desde el aire del misil YJ-21, popularmente conocido como el «asesino de portaaviones». Este proyectil sería transportado por los bombarderos H-6N del ejército chino, una plataforma que le permitiría proyectar su amenaza a enormes distancias. Con un alcance estimado de unos 3.000 kilómetros y una velocidad vertiginosa de entre Mach 4 y 6, su capacidad para atacar grandes buques de guerra en mar abierto supone un desafío directo para las flotas navales.
Asimismo, otra de las especulaciones se centra en la presentación de una nueva versión del misil hipersónico terrestre DF-17, un sistema que se introdujo por primera vez en 2019. Según recogen desde Interesting Engineering, las posibles mejoras de este arma son notables e incluyen, entre otras, un cuerpo de planeo de mayores dimensiones y la incorporación de ojivas de señuelo, diseñadas específicamente para confundir y saturar los sistemas de defensa antimisiles. Esta evolución en la ofensiva china aumenta la incertidumbre sobre la efectividad de los escudos occidentales, donde ya existe preocupación por la disponibilidad de misiles Patriott para contrarrestar ataques a gran escala.
La clave: alcance y capacidad de evasión
En este sentido, el perfil de vuelo del DF-17 es uno de sus puntos fuertes, ya que al operar a una altitud que oscila entre los 20 y los 100 kilómetros se convierte en un blanco extremadamente difícil de interceptar para los sistemas de defensa actuales. Esta característica, combinada con su velocidad, lo consolida como un arma de primer orden en el teatro de operaciones del Pacífico.
Fuente: La Razón