
En medio de una guerra que ha obligado a Rusia y Ucrania a innovar constantemente, el sistema de defensa aérea británico Raven se ha convertido en uno de los ejemplos más notables del ingenio militar aplicado en el frente. Diseñado originalmente como un misil aire-aire, ha demostrado que la improvisación tecnológica puede marcar la diferencia en un conflicto de desgaste.
Fuentes militares ucranianas citadas por The National Interest afirman que el sistema habría interceptado recientemente tres misiles rusos Kh-59 y un Kh-101, además de numerosos drones utilizados por Moscú en ataques de saturación. Desde su entrada en servicio en la primavera de 2023, el Raven habría alcanzado más de 400 objetivos aéreos con una tasa de éxito cercana al 70%, cifras que subrayan su creciente importancia en la defensa antiaérea del país.
El sistema Raven nació de una necesidad urgente. Basado en el misil británico AIM-132 ASRAAM (Advanced Short Range Air-to-Air Missile), el proyecto fue transformado en un sistema terrestre por ingenieros ucranianos y británicos en un tiempo récord. Montado sobre el vehículo táctico Supacat HMT 600 6×6, el sistema emplea dos misiles ASRAAM y un conjunto de sensores electroópticos montados en un mástil de 360 grados.
Su buscador infrarrojo pasivo permite detectar la fuente de calor de drones, misiles y aeronaves sin emitir señales que delaten su posición. Además, la movilidad del chasis Supacat le otorga la capacidad de desplazarse y reubicarse rápidamente, reduciendo el riesgo de ser localizado por el fuego enemigo.
Aunque fue concebido para interceptar drones, Ucrania adaptó el Raven para enfrentarse también a misiles de crucero y aeronaves de ataque. En un frente donde la superioridad aérea rusa sigue siendo un desafío, esta flexibilidad lo ha convertido en un recurso clave para cubrir los huecos que dejan los sistemas pesados como el Patriot o el IRIS-T.
Una lección de innovación militar
El éxito del Raven no ha pasado desapercibido. El Reino Unido ha autorizado el envío adicional de 350 misiles ASRAAM a Ucrania, una decisión cargada de simbolismo político. Londres financiará este envío con los intereses generados por los activos rusos congelados en Europa, una medida que sin duda exacerbará las tensiones con Moscú.
Para los analistas, el caso del Raven ilustra un cambio en la estrategia de los aliados de Kiev: el paso de sistemas de defensa convencionales, costosos y de alta gama, a soluciones improvisadas, ágiles y más económicas. La rápida conversión de un misil aire-aire en un sistema terrestre operativo demuestra un enfoque de «aprendizaje práctico» que la OTAN y sus socios están adoptando en respuesta a las lecciones del campo de batalla ucraniano.
«En esta guerra, la innovación ya no se mide por la sofisticación tecnológica, sino por la rapidez con que un prototipo puede entrar en combate», explica un analista de Defence Blog, publicación que ha seguido de cerca la evolución del sistema.
Desafiar la estrategia rusa
Uno de los pilares de la estrategia militar rusa ha sido el uso intensivo de misiles de crucero y drones de largo alcance para debilitar las defensas ucranianas y saturar sus radares. El Raven rompe parcialmente ese paradigma. Al operar con sensores pasivos y alta movilidad, puede interceptar amenazas en el «último kilómetro» del ataque, cuando los sistemas de largo alcance ya no son eficaces.
Su despliegue también alivia la carga sobre los sistemas Patriot, que enfrentan una tasa de éxito decreciente frente a enjambres coordinados de misiles y drones. En ese sentido, el Raven no sustituye a las defensas estratégicas, pero sí cubre el espacio táctico más vulnerable del escudo aéreo ucraniano.
No obstante, la eficacia del sistema tiene límites. Su resistencia frente al fuego de contrabatería, las interferencias electrónicas y los ataques de saturación sigue siendo una incógnita. Además, la dependencia de misiles importados plantea retos logísticos en caso de interrupciones en el suministro.
Fuente HUFF POST







