Almacenarla de forma correcta trae algunas ventajas
Cuando se trata de almacenar la leña hay una serie de recomendaciones a seguir para poder sacar su máxima eficiencia. Uno de los principales consejos es guardar la leña antes del verano con el objetivo de asegurarnos de que esté seca. Para ello, coloca la leña en un lugar bien ventilado y que cuente con luz solar. La leña recién cortada cuenta con un 60% de humedad (dependiendo del tipo que sea), mientras que la leña seca debe tener menos del 20%.
Otro truco es evitar emplazar la leña en el suelo, ya que el contacto con la tierra hace que esta conserve su humedad y atrae insectos. La mejor opción es colocarla en un leñero, que separa el suelo unos centímetros. Además, a la hora de apilarla lo mejor es dejar los troncos más grandes debajo para así ganar estabilidad en la pila. No te olvides de cubrirla para protegerla de la lluvia.
Según la Asociación Federal de Deshollinadores, la leña que se encuentra demasiado húmeda produce más partículas de hollín y polvo, lo que produce más emisiones y es menos eficiente. Además, el tiempo que se almacene también entra como un factor clave, ya que como se ha mencionado anteriormente, la madera recién talada contiene demasiada humedad y debe ser retirada.
Entonces, ¿cuánto tiempo debe almacenarse?
La leña se puede guardar durante el tiempo que se quiera, pero almacenarla en exceso puede suponer que esta se degrade y se pudra. Esto conlleva que si se quema no arderá del mismo modo ni con la misma intensidad que una en buen estado.
Los expertos citados por el medio ‘Chip.de’ afirman que la leña no debe almacenarse por más de cinco años, aunque dependerá del tipo de madera que se utilice. No es lo mismo la que provenga de un abeto (cuyo periodo máximo se sitúa en un año) que la que venga de un roble o de árboles frutales (tarda al menos dos años).
Fuente HUFFPOST