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Quienes se adelantaron y dijeron que es una suerte disponer de la parsimonia y paz que muestra el arbitrio del presidente Luis Abinader para enfrentarse al demoníaco ambiente del que gusta alimentar el desflecado mundo de la política vernácula, tenían razón.
A propósito del obligado cumplimiento de un retardado mandato legal y constitucional de años, para establecer una Ley de Reforma Fiscal, se demostró en los hechos, que Abinader tiene con qué, no por la legitimidad de la aplastante mayoría institucional de la que dispone, sino por el temple de paz que el hombre transmite. No pelea con nadie, y eso gusta.
Quienes desde las sombras pedían que el presidente Abinader retirara el proyecto de ley que por diabólico suscitó más que un escozor, un ardor que ha estado a punto de incendiar todo el entorno, ofrecieron al gobernante la oportunidad de desarmarlos en sus intenciones. Abinader tuvo tiempo suficiente para mostrarse como el ángel de la paz que todos quieren seguir disfrutando. Los de las sombras seguirán con su cruz a cuesta, por lo menos, durante tres años, o hasta que Dios quiera.
El gobierno quiere más fondos, porque los necesita para poder cumplir con menos ahogo, sus compromisos con el país. Todos están de acuerdo en la necesidad de que haya una reforma y así fue tasado en la Estrategia Nacional de Desarrollo, Ley 1-12, promulgada el 25 de enero del 2012. Y con el decreto 134-14, del 9 de abril del 2014, contenido en nada menos que en 206 páginas, que lo reglamenta todo, para facilitar que se cumpla la tal Ley.
Es lo que todos saben. Allí se identifican la Reforma Educativa, la Reforma Eléctrica y la Reforma Fiscal, como las tres áreas donde se requieren los obligados pactos políticos, económicos y sociales.
Los pactos que ahora, Abinader advierte que debe buscar. ¿Pactos con quiénes? Con todos quienes se alborotan para se les piden esos pactos, y gritan como que son todos los convocados.
Abinader tiene todo montado y en curso, aun con los pocos fondos disponibles. Mientras en alboroto fue instalado en el Congreso Nacional, es increíble como el coro de Abinader no es capaz de airear en alta voz, en voz fina y alta como la de los tiples en su escuela de cantores:
El Gobierno en la persona de la vicepresidenta Raquel Peña entrega carreteras, liceos, y comienza los trabajos en la unidad traumatológica en Mao; y un Centro de Atención a la Primera Infancia (CAIPI) en Valverde. Y supervisa la construcción de una presa hidroeléctrica en Guayubín. Son inversiones de miles de millones de pesos ya desembolsados. Y no se trata de una agenda de campaña, cuando en realidad debiera de serlo, para que sea vea que aún sin cuartos, la cosa no se detiene.
La vicepresidenta también inicia los trabajos de una nueva unidad traumatológica en Mao. Inaugura la reconstrucción de la carretera Gurabito de Yaroa, que costó mil millones de pesos, en Puerto Plata. Ya había entregado más de 400 viviendas en Ciudad Real San Luis, como parte de más de mil apartamentos.
Todo estaba pasando cubierto por manto de incertidumbre provocada por otras malas suertes. Pero no había quien lo dijera cantando alto y fino como los tiples de las escuelas de cantores.
¿Por qué? No había tiples que supieran de las tonalidades del contracanto. Y todo es muy fácil, cuando se cuenta con un ángel de la paz que no pelea con nadie. Y dice sus tonalidades como el bajo que impone el ritmo en su propia orquesta.
Vamos a salir bien de esto, la economía va a seguir creciendo y vamos a seguir llevando las ayudas sociales a quienes más lo necesitan.
¡Qué suerte!
Todo ha estado, ahí. Como en un frigorífico, en la Propuesta de Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030, la que identifica los problemas prioritarios que deben ser resueltos, las líneas centrales de acción necesarias para su resolución y la secuencia de su implementación.